domingo, 6 de septiembre de 2015

ESA RALEA INTERESADA

@Fedetatter ‪#‎relatosbreves‬ ‪#‎paraguay‬ ‪#‎dictaduranuncamas‬ ‪#‎desaparecidosidentificacion‬
Desde que el 20 de enero de 1977, en los Estados Unidos de América asumió la administración de James Carter, la Misión Permanente del Paraguay ante las Naciones Unidas con sede de Nueva York, conducida por Francisco “Poncho Pytá” Barreiro Maffiodo, todo se tiñó de rojo bolchevique. En realidad, lo único rojo fue su sobrecalentamiento cerebral.
La oscura dictadura cívico militar paraguaya, 1954-1989, que tuvo vergonzante cobertura dentro de la guerra anticomunista por parte de Occidente, comenzó a oler feo al propio Occidente. Comenzó a ser visible su carácter totalitario. Ello confundió y enfureció al editorialista del diario oficial del partido colorado, la obligatoria prensa “diario Patria”, que acompañó, avaló y promovió todas las violaciones a los derechos humanos en forma sistemática, y aún, buscó defender al régimen ante el mundo, con dispar resultado.
Este relato trata sobre una defensa ejercida por “Poncho Pytá”, ante las publicaciones del semanario católico norteamericano “El Visitante”, editado en lengua española, en la ciudad de Huntington, Indiana, Estados Unidos de América y de circulación en todo el país. Hasta allí legó la espada del stronismo en su cruzada mundial antibolchevique.
Hablamos de 1977, con el Paraguay lleno de presos políticos, con un campo de concentración como el de Emboscada, con cientos de desaparecidos políticos, y con los prisioneros de conciencia más antiguos del continente. No obstante, “Poncho Pytá”, veía “idiotas útiles” por todos lados (Uno de sus términos favoritos, que forma parte del diccionario stronista de la época).
En marzo de 1977, gastó una hoja membretada de la Misión para informar al ministro de relaciones exteriores, “don Alberto Nogués” acerca de la acción de defensa al sistema stronista lograda en la Sección Línea Abierta del citado semanario.
No desperdicia papel, pues amplía informando que las denuncias que comenzaron a aparecer sobre el Paraguay “...no puede considerarse una noticia aislada y fue redactada con espíritu preconcebido contra el Gobierno de nuestro país. Es parte de una larga cadena, que en estos días está de moda”.
Con el cambio en la administración norteamericana, comenzaron a salir informes sobre graves violaciones a los derechos humanos en el Paraguay, a través de canales informativos mundiales, que antes no abordaban esos temas urticantes para la tan protegida y escondida dictadura. Se estaba cayendo uno de los tantos muros, y el stronismo no lo vio, sino como un avance del comunismo, bajo la insospechada modalidad de “cartercomunismo” (Otro término del diccionario antecitado que buscó ser una revelación de las ciencias sociales, sin éxito, claro).
En la Sección Línea Abierta del semanario “El Visitante”, del 13 de marzo de 1977, “Poncho Pytá” se dirigió al editor con vuelo cervantino: “Me apena que Uds. comulgan con ruedas de molinos. Me refiero al “cuento” (denuncias internacionales) que aparece en el número de El Visitante … ¿Qué historia es ésta del crimen del joven Filártiga? … ¿Que pueden haber cosas raras en el asunto? … Las personas incursas en un plan macabro de terrorismo y subversión están procesadas y puestas bajo juez natural. Tienen sus defensores. Se ha habilitado un nuevo penal, en Emboscada, para ellos”. En referencia al campo de concentración de presos políticos de Emboscada, todo procesados por la liberticida ley 209, y por el artículo 79 que perpetuó por 35 años el estado sitio. La forma “legal” de encarcelar arbitrariamente, por años y décadas a los opositores antidictatoriales.
Continúa “Poncho Pytá” y su termocefálica pluma: “Cuidado con los cuentos hechos a rodar por comunistas y demás ralea interesada. No sean idiotas útiles. De buenas intenciones está pavimentado el infierno”.
La escueta, pero respetuosa contestación de los redactores, no obvió, sin embargo, reírse en la cara del agente stronista: “Dejando de lado las ofensas -lo de comunistas e idiotas útiles- su carta nos recuerda el cuento del que gritaba: 'Lobo, lobo, lobo', sin razón alguna con el consiguiente resultado de que cuando de veras vino el lobo, nadie le hizo caso. En cuanto a la noticia en sí, no estamos de acuerdo con usted en que agencias de noticias, que son serias, envíen 'cuentos', como usted lo afirma. La redacción”.
Vergüenza aparte por la representación dictatorial de baja estofa a nivel internacional, es bueno, contextuar que el diferendo en cuestión versó en esos cruces, acerca del pedido mundial de libertad de los miles de presos políticos, algunos prolongados, y el pedido de democratización del Paraguay.
Si te avergonzó, creéme que es natural. Pero, guardá algo más de asombro, no lo gastes todo, pues lastimosamente, hay mucho más para conocer acerca de cómo han jugado con tú país, Paraguay. Aunque no lo creas.

Federico Tatter.
5 de setiembre de 2015. Asunción, Paraguay.

(*) El relato está acompañado de una fotocopia de un fragmento del semanario católico "El Visitante", del día 13 de marzo de 1977, editado en la ciudad de Huntington, Indiana, Estados Unidos de América. Dicho semanario fue fundado en 1975 por la Conferencia Episcopal Portorriqueña en Estados Unidos, con el apoyo del semanario Our Sunday Visitor de Huntington, Indiana, de acuerdo al historiador Reverendo P. Floyd L. McCoy Jordán.
(*)Relato corregido y revisado con denuedo, por Eugenia de Amoriza.

ZARANDAJAS DE “PONCHO PYTÁ”


@Fedetatter ‪#‎relatosbreves‬ #paraguay
La dictadura paraguaya (1954-1989), aún en forma tardía y con grandes concesiones, fue observada por órganos internacionales competentes en derechos humanos, como la CIDH de la OEA, y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en la segunda mitad de la década de los setentas.
A través de informes reservados, éstos organismos fueron elevando el tono de sus informes, al compás de la elevación del tono de la nueva política de los Estados Unidos de América bajo administración demócrata que amplió y generalizó la exigencia de los derechos humanos. Ya no solamente para los enemigos comunistas, sino ahora también, para los aliados anticomunistas en pleno patio trasero.
La dictadura anticomunista de Stroessner y la ANR, debieron poner barbas en remojo, y con el despliegue de sus agentes civiles y militares en relaciones exteriores, buscaron bloquear el impacto de estos informes para ganar tiempo, esperando que volvieran las mieles con un futuro gobierno republicano en la Casa Blanca, sus mejores viejos amigos de viejas andanzas.
El 16 de mayo de 1977, bajo el código 319/77/MR (exactamente diez días antes de la aprobación por parte de la CIDH en su 41 período de sesiones de un informe sobre los derechos humanos en el Paraguay que tardó en parir 17 años), el representante permanente de Paraguay ante las Naciones Unidas, con oficina en 211 East 43rd Street, Suite 1104, de la ciudad de Nueva York, Francisco “Poncho Pytá” Barreiro Maffiodo, informó extensamente a su ministro de Relaciones Exteriores, Alberto Nogués, acerca de la respuesta verbal que él realizó como representante de la Misión Paraguaya, a la División de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza.
No olvidemos que “Poncho Pytá”, fue la segunda pluma intelectual más filosa que llenó de contenido las páginas del órgano oficial del partido, el diario “Patria” (fiel acompañante de la represión dictatorial), en compañía y sólo un peldaño por debajo del primer espadachín y soldado del partido, Ezequiel González Alsina.
“Poncho Pytá”, con la fiereza y el tacto de elefante en cristalería que siempre lo caracterizó, respondió verbalmente a un informe presentado en las Naciones Unidas por la Comisión de Investigación sobre los derechos humanos en el Paraguay fechada en setiembre de 1976, integrada por los señores Ben S. Stephansky y Robert J. Alexander (ambos integrantes de la Liga Internacional por los Derechos Humanos, con sede en Nueva York, y que entre sus autoridades se hallaba la señora Frances R. Grant, secretaria general de la Asociación Interamericana pro Democracia y Libertad), y que fue remitido por la propia ONU, a la Misión de la dictadura para su conocimiento y su pronta respuesta, bajo el código 215/1 PARAG, el 4 de mayo de 1977.
La respuesta verbal encargada a “Poncho Pytá”, número 12/NU/77, fue acompañada para ilustración de la nomenclatura de las Naciones Unidas, por copias de las leyes paraguayas número 294 de defensa de la democracia, número 323 de garantías de fueros y número 209 de la defensa de la paz pública y de las personas. Faltó poco para que les entregara también ejemplares del diario oficial del partido colorado, “Patria”, para que esas gentes de los derechos humanos de las Naciones Unidas, se enteraran, de qué se trataba el carácter de la democracia en las épocas de su general de acero.
“Poncho Pytá” defendió a su jefe, atacando. Definió a los investigadores como “...dos señores norteamericanos, que tienen muchos títulos, pero ninguno de ellos les autoriza a intervenir en las cuestiones internas del Paraguay”. Sigue, con que el informe que presentan estos dos señores, no es más que “...una larga y peregrina y torpe información … que canalizaron cuanto cuento o fábula corra por cualquier resquicio del mundo contra el Paraguay … Estamos en presencia de verdaderos escarabajos, bien pagados, tal es la pequeña diferencia, que recogen estiércol contra determinados gobiernos que no están dispuestos a transigir con el terror y la subversión, que no están dispuestos, tampoco a que se aniquile la paz, el orden y las conquistas propias de la civilización...”.
En setiembre de 1976, las cárceles del Paraguay estaban llenas de presos políticos, algunos, con sus familias enteras, como el campo de concentración de Emboscada, habilitado ese mismo mes.
Y “Poncho Pytá” sigue su defensa, atacando al informe y a los redactores del mismo cuando dice que: “Y estos señores con una soltura y diligencia increíbles hablan del Paraguay y de todas las cosas divinas humanas, como si allí hubieran vivido toda su vida. Claro que ellos no hacen sino repetir cuanta “zarandaja” se les dijo por bocas de personas interesadas en sembrar el odio y el rencor entre paraguayos”.
“Poncho Pytá” desconocía que los informes de derechos humanos tienen varias fuentes, las documentales, que negó el estado paraguayo sistemáticamente durante años, las visitas “in loco” que siempre negó el estado paraguayo y las testimoniales que dieron las víctimas de los hechos denunciados.
Y finaliza informando que: “Esta misión acompaña a esta nota el texto de la ley de defensa de la paz pública, incorporada al código penal paraguayo. Esta ley reprime las actividades comunistas y subversivas en nuestro país. En el Paraguay no se puede hacer proselitismo marxista leninista ni predicar el odio entre paraguayos. Y esta ley es simplemente la aplicación concreta de la disposición establecida claramente en la Constitución Nacional sancionada en 1967, y que fue aprobada sin discusión por los cuatro partidos políticos del Paraguay: Asociación Nacional Republicana o partido colorado (partido de gobierno) y tres partidos de oposición: Partido Liberal, Partido Liberal Radical y Partido Revolucionario Febrerista”.
Estas leyes liberticidas 294 y 209, derogadas luego de 1989, sumadas al artículo 79 de la Constitución Nacional de 1967, que validó 35 años de estado sitio, fueron los “garrotes judiciales” del terrorismo de estado, que fueron utilizados en forma simultánea al “Tejuruguái”, la “pileta”, al encierro prolongado, a las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzadas. El lado oscuro de la era negra del Paraguay, que estos agentes dictatoriales, conociendo los hechos, se dedicaron durante años, a mantener en la impune oscuridad. Su herencia, hoy día sigue los mismos pasos de las zarandajas de “Poncho Pytá”.

Federico Tatter.
27 de agosto de 2015. Asunción del Paraguay.

(*) Este relato está acompañado por la copia de un fragmento de la nota número 319/77/MR del 16 de mayo de 1977, de la Misión Permanente del Paraguay ante la Naciones Unidas, con sede de Nueva York, firmado por su titular, Francisco “Poncho Pytá” Barreiro Maffiodo.
(*) Relato corregido por Eugenia de Amoriza. Muchas Gracias por su inestimable e interminable paciencia.

JAMÁS LE DIERON BOLILLA A LA CIDH

#‎relatosbreves‬ #paraguay
Este relato cierra la trilogía acerca de los tropiezos y complicidades en el propio seno de la CIDH, dependiente de la OEA, para elaborar un informe consistente y a la altura de la tragedia paraguaya, sobre la situación de los derechos humanos en el Paraguay en mayo de 1977. El Informe CIDH sobre Paraguay, fue aprobado en su sesión número 58, del 26 de mayo de 1977 (OEA/Ser.L/V/II.41, doc.5 rev. 1, 27 mayo 1977, Original: español, RESERVADO), asentando denuncias con más de diecisiete años de retraso, desde los primeros períodos de sesiones, en los inicios mismos de 1960.
Los tropiezos no se acotaron a la acción de los jerarcas de la dictadura tanto en el Paraguay como en la misión permanente del Paraguay ante la OEA, sino también, a la acción condescendiente de varios estados representados ante el propio organismo, en retrasar y minimizar lo que todo el mundo venía gritando, la extrema gravedad de los derechos humanos en el Paraguay de Stroessner. A la sazón, el fiel aliado en la lucha anticomunista del sur del continente americano.
Esta condescendencia, por lo menos, dio un viraje, cuando la política exterior del gobierno norteamericano viró, desde los inicios de la administración de James Carter, jamás antes. Mientras varios estados latinoamericanos caían uno tras otro en dictadura.
Este informe demostró la impotencia sistemática durante años de la Comisión para investigar a fondo y forzar a la dictadura paraguaya a detenerse en forma urgente. Y aunque aportó una lista de conclusiones pertinentes como era de esperar luego de tantos años de acumulación de denuncias, cometió el mismo error repetido cansinamente todos los años anteriores y que seguiría incluso repitiendo más adelante. Mantener la extrema reserva, presentando una “tablita de recomendaciones no vinculantes a sanción o reglamentación alguna”, que por tanto, le permitió a la dictadura, jamás darle la más mínima importancia. El escaso nivel de los representantes dictatoriales paraguayos (pyragüés y propagandistas), enviados a estas instancias internacionales así lo indica.
Este desplante de la dictadura “amiga”, no disparó consecuencias negativas para el status de condescendencia del sistema interamericano durante toda la guerra fría. Los jerarcas se pasearon por el sistema interamericano, y hasta usaron su permanencia dentro del mismo, como un reconocimiento implícito del régimen. Algunos estados, se lo permitieron en forma abierta, otros en forma encubierta.
El informe de la CIDH, en su capítulo VIII, de las conclusiones y recomendaciones inició así: “En la República del Paraguay existe un orden de cosas conforme al cual la gran mayoría de los derechos humanos reconocidos por la Declaración Americana sobre los Derechos y Deberes del Hombre y por otros instrumentos de la índole, no solamente no son respetados en forma concordante con los compromisos internacionales adquiridos por ese país, sino que de su violación se ha hecho un hábito constante”. La historia nos demostró, que este estado de morosidad fue permanente por parte de la dictadura paraguaya. Y al no existir consecuencias políticas o jurídicas de ningún tipo, ésta fue la modalidad heredada por gran parte de los gobiernos de la llamada transición paraguaya, desde 1989 en adelante, y hasta la actualidad en pleno 2015. La regla no escrita, ha consistido en que el estado paraguayo, fingió cumplir estándares y compromisos, haciendo todo lo contrario en la realidad. Mientras, fueron y vinieron informes. Todo quedó en papeles reservados.
Pero siguen las conclusiones del Informe CIDH de 1977: “...el silencio del gobierno paraguayo ante las numerosas observaciones y recomendaciones que le ha formulado la Comisión a lo largo de los años, le permiten a ésta afirmar que al amparo del régimen de estado de sitio, vigente ininterrumpidamente allí por espacio de más de 30 años, se ha incurrido en graves y numerosos actos de violación a los derechos humanos fundamentales”. Fue una historia de morosidad sistemática, acompañada del otro lado, de condescendencia también sistemática.
Finalizó el informe, con una expresa solicitud de levantar el estado de sitio, o bien, que el mismo fuera aplicado observando los derechos fundamentales de las personas; de aplicación del recursos del “Habeas corpus”; la puesta en libertad de las personas detenidas por el estado de sitio; la asistencia a detenidas con hijos; el castigo de aquellas autoridades que incurrieran en abusos y crueldad con detenidos; la protección a abogados y jueces. Obviamente, ninguna de estas recomendaciones reservadas, fueron cumplidas a cabalidad por la dictadura. No le dieron ni cinco. Ese temperamento moroso en derechos humanos, se ha transformado en cultura antidemocrática. Hasta muestros días.

Federico Tatter
10 de agosto de 2015. Asunción del Paraguay.
Relato corregido por Eugenia de Amoriza. Muchas Gracias.

LA RESERVADA IMPOTENCIA EN DERECHOS HUMANOS

‪#‎relatosbreves‬ #paraguay
Este relato es una continuación de otro, que versó acerca de los tropezados antecedentes que la propia CIDH, de la OEA, citó en un informe sobre la situación de los derechos humanos en el Paraguay en 1977, aprobada su sesión número 58, del 26 de mayo de 1977 (OEA/Ser.L/V/II.41, doc.5 rev. 1, 27 mayo 1977, Original: español, RESERVADO).
La Comisión, escribió en el mismo que, debió investigar con más libertad y tiempo, “in loco” (en el sitio de los hechos), denuncias graves recibidas desde sus primeras sesiones en 1960. Pero no lo pudo hacer correctamente, por continuadas sostenidas dilaciones, chicanas. Decimos nosotros, también, por obvias interferencias de la dictadura, sus agentes y aliados en la ONU y la OEA.
Esta es una historia de tropiezos, complicidades de estados y agentes varios. Es una historia de un comportamiento ondulante de las políticas de estado de democracias liberales de viejo cuño, como la norteamericana, que pusieron más interés en la guerra fría continental que en las violaciones a los derechos humanos perpetradas por los aliados y amigos. Esta condescendencia de estado, prohijó atroces dictaduras cívico-militares de oligarquías de ultraderechas, y a las que se les permitió durante décadas usar el “carnet democrático”, que en el caso particular del Paraguay stronista, fue de “democracia sin comunismo, y de unidad granítica de los fuerzas armadas, el estado y el partido”.
Como un reconocimiento explícito de la impotencia de la Comisión para investigar a fondo, su informe registra un apartado al que llama, de la Fuentes de Información.
En él dice que para la elaboración del Informe de 1977, la Comisión se ha visto privada del auxilio de varias de las más seguras y útiles fuentes de conocimiento directo, cuales son: “...la inspección u observación “in loco” y los datos, documentos, referencias e informes que suministra o que se supone debe suministrar el propio gobierno del país interesado (Paraguay)”.
Reconoce que: “Acaba de transcribirse con minuciosidad el largo proceso de las gestiones que la Comisión realizó a fin de obtener el asentimiento del gobierno del Paraguay para la visita que hubiera podido ayudar a clarificar tantos hechos, o a enfocar la situación dentro de sus rigurosas proporciones … Las comunicaciones dirigidas a través de los años, en muy pocas ocasiones merecieron una respuesta. Las solicitudes que con carácter de especial y urgente se formularon a las autoridades paraguayas, y que en algunos casos se concretaban a hechos tan modestos como el envío de un documento o una ley, tampoco fueron atendidas”.
En este punto, es preciso resaltar, que estas dilaciones de la dictadura, por años guardadas y mantenidas en el estricto ámbito diplomático de estados y organismos internacionales, al momento de ese informe de 1997, llevaban ya 17 años. Casi con la absoluta seguridad de que esa displicencia, no tendría, como en efecto ocurrió, la más mínima consecuencia política para la dictadura y sus aliados hemisféricos. Esa dilación, sólo afectó y gravemente a las miles de víctimas que en el sistema interamericano veían la única tabla de salvación a sus miserias. La guerra fría fue altamente beneficiosa para la dictadura. Desastrosa para las víctimas.
Incluso hoy, en pleno 2015, aún se sorprenden algunos visitantes del occidente europeo, cuando toman conocimiento “in loco” de las barbaridades del stronismo tantos años ocultadas, y que fuera tan “tolerado” por sus “pundonorosos” gobiernos de doble estándard, que a la sazón mantenían una alianza automática transatlántica, con la gran democracia y gran potencia militar del norte americano. Esas mismas democracias europeas, que aceptaron como “amigo de mi amigo” a las dictaduras latinoamericanas, también sostuvieron bárbaras dictaduras coloniales y neocoloniales en África, Medio Oriente, Asia, Oceanía, sin movérseles un milímetro, el pétreo rostro, sin ser cuestionadas por su “amigo americano” en lo fundamental.
La política continental de encubrimiento de la guerra fría, pudo más. Hasta que esas grandes democracias, como la del norte, dieron un viraje, especialmente a partir de la administración Carter, que inició su mandato el 20 de enero de 1977. Ella, introdujo a los derechos humanos como herramienta de presión dentro de la agenda de la política exterior interamericana y global. Así los derechos humanos, anteriormente exigidos sólo a los adversarios políticos y militares globales, comenzó a ser utilizada, también para “corregir” a las propias monstruosidades aliadas. El mundo estaba cambiando. La CIDH, traccionada por una nueva visión del mundo, con el viraje norteamericano, también cambió. Al punto que no se entendería el informe CIDH de 1977 sobre Paraguay (que se dilató 17 años), sin el viento de cola de James Carter en la Casa Blanca.
El informe culmina su parte inicial, con el registro de graves alegaciones en relación al tratamiento que la dictadura dio a la “tribu Aché”. Y dice: “Es ésta una pequeña comunidad que ha logrado mantenerse en su tradicional manera de vida y de la que se dice por consiguiente, que constituye hoy un grupo cultural característico dentro de la nación paraguaya. Las denuncias pretenden que el gobierno del Paraguay ha tolerado a sabiendas graves abusos contra dicha tribu hasta el punto de que su supervivencia como colectividad ha llegado a ponerse en peligro”.
En dos próximos relatos, abordaremos las conclusiones y recomendaciones del Informe CIDH 1977, que sobrellevara tantas impotencias en su urgente cometido original. Tardar 17 años para decir que es difícil investigar, explica en parte, por qué los mismos se elaboraron en forma “reservada”.

Federico Tatter.
2 de agosto de 2015. Asunción del Paraguay.
Relato corregido por Eugenia de Amoriza. El aguante es lo más. Gracias.

DIECISIETE AÑOS NO ES NADA

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Diecisiete. Son los años que transcurrieron para que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, produjera un documento reservado denominado, “Informe sobre la situación de los Derechos Humanos en Paraguay”, aprobado por la misma en su 58° Sesión celebrada el 26 de mayo de 1977.
Este relato, solamente abordará, los “antecedentes” de ese informe, para así, en una próxima entrega, abordar, otros aspectos de esta tropezada relación entre la dictadura stronista y el sistema interamericano de protección de los derechos humanos en un escenario de hegemonía política y militar norteamericana, a través de la doctrina de seguridad nacional como paraguas defensivo en la llamada guerra fría contra el comunismo ateo.
Una historia donde abundaron las complicidades, la diplomacia de doble rasero, las dilaciones, los engaños. Mientras paraguayos y paraguayas se pudrieron en las cárceles, mientras centenares de compatriotas sufrieron desapariciones forzadas, mientras miles debieron exiliarse y aún en sus temporales refugios, fueron encarcelados y desaparecidos, sin lograr justicia, más que parcialmente luego de décadas.
Una historia que tiene historias envueltas y aún escondidas. Pues aún hoy, se sigue sobreprotegiendo y acunando en la opaca invisibilidad nacional y regional, la renuencia sistémica del estado autoritario paraguayo a cumplir estándares mínimos en materia de derechos humanos, en la misma proporción en que se instrumentan unas pocas historias “cosificadas y descontextuadas”, “como quien dice, para las fotos en la prensa”, para dar crédito a un mentiroso guión gubernamental de simulación de un estado democrático, cuando que ello, es realmente inexistente. Pero demos una lectura a este listado de dilaciones reservadas de diecisiete años, en período de pleno terrorismo de estado en el Paraguay.
Comienza así el informe de la CIDH: “Poco tiempo después de haber iniciado sus actividades en octubre de 1960, la Comisión empezó a recibir de diversas procedencias, comunicaciones en que se denunciaban repetidos atentados contra los derechos humanos en la República del Paraguay … al punto que en su segundo periodo de sesiones celebrado en abril de 1961, la Comisión preocupada … presentó un informe durante el tercer período de sesiones a fines de ese mismo año 1961”.
Sigue la CIDH, que como las violaciones continuaron aumentando en volumen y gravedad, además de contemplar la conveniencia de estudiar la situación sobre el terreno, dispuso la preparación de un segundo informe, que fue considerado recién durante el noveno período de sesiones en octubre de 1964.
Más adelante, durante el período de sesiones de la CIDH de marzo de 1965, la Comisión autorizó una visita al Paraguay. Con el consentimiento previo de la dictadura de Stroessner. La misma se concretó a cargo del profesor Manuel Bianchi y el doctor Luis Reque, presidente y secretario ejecutivo de la CIDH respectivamente, el 11 de agosto de 1965. La visita produjo un informe que presentaron en octubre de 1965 al duodécimo período de sesiones de la CIDH. Constataron en una primera y rápida instancia “in loco”, que en la República del Paraguay se vivía un permanente estado de sitio, que “los derechos humanos proclamados en la Constitución Política del Paraguay parece que no son protegidos por medios judiciales eficaces” (sic), que la proscripción política seguía siendo una práctica establecida, que “aparentemente existe libertad de prensa” (sic), y que el control ejercido por el partido de gobierno (partido colorado), no permite una participación de los partidos. Todo ello concluyó en la necesidad de una visita más prolongada, de inspección y observación, también “in loco”, que debió ser tramitada nuevamente, para obtener la autorización de la dictadura. Hasta allí ya habían pasado cinco años. Pero debieron pasar trece (y sin visitas), para que la CIDH en su trigésimo período de sesiones, del 16 al 27 de abril de 1973, adoptara que “...presumía verdadera la detención ilegal del señor Antonio Maidana y solicitaba al Gobierno paraguayo ordenar su libertad”.
Continúa el informe de antecedentes, que recién en el trigésimoprimer período de sesiones, del 15 al 25 de octubre de 1973, celebrado en Colombia, la CIDH resolvió que: “...se presumían verdaderas varias denuncias sobre violaciones a los derechos humanos que comprendían 87 casos de detenciones arbitrarias y torturas en el Paraguay”. En ambas resoluciones recomendaron a la dictadura la libertad de los detenidos y la sanción a los responsables de torturas. Obviamente no escuchadas, menos contestadas por parte de la dictadura.
Pero la CIDH continuó. Tan es así que durante el trigésimosexto, del 6 al 24 de octubre de 1975, y el trigésimoctavo período de sesiones, de 24 de mayo al 4 de junio de 1976, con la aceptación de la presunción de veracidad de denuncias de más de 50 personas desaparecidas, detenidos ilegalmente y torturados.
Al elevarse la cantidad de denuncias, en esa misma sesión, decidieron preparar un nuevo informe especial, pero la misma se debía realizar a través de una visita “in loco”. La dictadura decidió no responder. No obstante, en febrero de 1977, durante el 40° período de sesiones, el 4 de febrero de 1977, la CIDH reiteró un pedido de visita al Paraguay al propio ministro de relaciones, Alberto Nogués.
Don Alberto no respondió al pedido de autorización, aunque se tomó el trabajo de redactar una contestación a la CIDH: “Mi país vive un clima de libertad y de democracia en el que los poderes legítimamente constituidos ejercen a conciencia su autoridad irrenunciable … En defensa de los derechos humanos amenazados constantemente por los enemigos de nuestra nacionalidad … Respalda ampliamente esta patriótica gestión un partido político, la Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, que por abrumadora mayoría y con clara conciencia cívica es la expresión indiscutible de la ciudadanía paraguaya...”.
Parecía tomado de una arenga de seccional o cuartel. Pero, como este señor no respondió si autorizaba o no una visita, le volvieron a repetir el pedido. Al segundo llamado respondió que un funcionario suyo, Juan Alberto Llanes, llevaría la contestación en forma verbal.
El informe, retoma la respuesta de la dictadura en boca del funcionario Llanes: “...por razones de política interna no recomiendan en el presente una visita oficial de la CIDH, sin perjuicio que en el futuro se pueda considerar esa posibilidad a iniciativa del gobierno paraguayo … que está llano a suministrar las informaciones que estimen oportunas para demostrar que son absolutamente falsas las imputaciones que se dirigen al Paraguay en materia de derechos humanos”. No olvidar que en 1977, la región estaba en manos de la Operación Cóndor, las comisarías y cárceles del Paraguay estaban atiborradas de presos políticos, y se había abierto un campo de concentración en el penal de Emboscada en setiembre de 1976.
Finalmente, la CIDH, debió reconocer que para la elaboración de su informe de 1977, no pudo realizar ninguna inspección u observación “in loco”, como se habían comprometido. Pasaron diecisiete años de idas y venidas. Las violaciones a los derechos humanos, no hicieron más que aumentar. El tiempo brindó cobertura e impunidad a sus perpetradores por décadas. Hasta el punto que hoy, en 2015, aún existen dudas en algunas personas, de que en Paraguay hubiera existido una dictadura alguna vez.
No olvides que todo aquello que se hizo o no se hizo hace años, lo seguimos sintiendo en el presente. ¿Será?

Federico Tatter
29 de julio de 2015. Asunción del Paraguay.
Relato corregido por Eugenia de Amoriza.