miércoles, 5 de mayo de 2010

"Los muertos y el degollado" por Mario Ferreiro


Comparto este material de opinión por pertinente con el tema y la actualidad del Paraguay hoy. Por la historia de impunidad, de supervivencia de un modelo autoritario. Por la historia de una transición que caminó siempre para atrás y en defensa del status quo conservador. Por la historia de reaparición de las ambiciones autoritarias y antidemocráticas de parte del establishment poblado de fantasmas del pasado dictatorial, con exigencias de mano dura, de estado de fuerza, de estado de excepción y claro, de cambio en la conducción del ejecutivo a través de un golpe "institucional", disfrazado de juicio político a mano de quienes han construido y se han servido de las dictaduras y los estados autoritarios en el Paraguay.


Mario Ferreiro. ABC COLOR. PARAGUAY. Enternece verlos tan exasperados, dando plazo de días y semanas para eliminar al EPP. Asombran sus discursos encendidos, sus vestiduras rasgadas y esa pose ampulosa que pretende conmovernos hasta el miedo.

Si no supiéramos de memoria que son los padres y abuelos del desastre que tomará décadas arreglar, hasta podríamos comenzar a creerles. Son los muertos asustados del degollado, los mismos que nos prometían ayer la perennidad de la paz y el progreso y la democracia sin comunismo; hoy están muy enojados y hasta parecen sinceros.

Yo los veo azorado frente a un televisor. Ensayo sus mismos gestos; practico sus ademanes frente al espejo. No sea cosa que los vaya a necesitar alguna vez. Ni Al Pacino en sus mejores días supo tener tanto virtuosismo actoral. Sudan exaltados, miran a la cámara y luego giran, agregando dramatismo a cada una de sus frases. Conforman un ejército de zombies marchando en nuestras instituciones, haciendo la mascarada del asustado. Justamente ellos, los que nos metieron el miedo hasta los tuétanos con sus cárceles y mazmorras de mala muerte y peor memoria.

Hoy están de vuelta, azuzando el fantasma del caos y la subversión; les viene como anillo al dedo cualquier incidente, cuanto más grave mejor, ni siquiera les importan las víctimas sino el provecho político que se puede extraer de ellas. Lo demostraron claramente en el caso Zavala, y no han podido disimularlo nuevamente luego de la terrible matanza de arroyito. Exigieron a los gritos el estado de excepción, para luego desvirtuarlo en un par de mamotretos imposibles de ser cumplidos y totalmente reñidos con la Carta Magna que alguna vez juraron respetar.

Son en verdad impresentables. Porque siguen sin poder entender que hay intereses muy superiores a los de sus domesticas rencillas. Si supieran que nos importan poco o nada sus malditas internas en donde imperan la prebenda, la amenaza y la extorsión psicológica. Y entendieran de una vez por todas que hay temas en donde no debiera importar lo que se publica sobre ellos en los diarios y la televisión.

Pero no hay caso. Cada crisis es fuente inagotable de un show de megalomanía e ignorancia insoportables. Nos empalagan con discursos plagados de frases mal elaboradas y sin sentido. Uno llegó a decir que el Ejecutivo lloraba “con lágrimas de víbora”, y otro más encumbrado aun dijo que el Legislativo siempre le saca “las pestañas del fuego” al Ejecutivo. Nadie pareció sorprenderse, de tan vacíos de contenido que se hallan hace rato esas bravuconadas reiteradas como una letanía inútil.

Son los mismos que no tuvieron la capacidad de salvar a Cecilia ni el coraje de cortarle el chorro a Marquetalia. Los que permitieron que la orden de captura de Severiano Martínez nunca se cumpla a pesar de estar vigente desde el 2002. Ahora supuestamente se asustan de los degollados y ponen plazos pegando el grito al cielo. Yo sencillamente no les puedo creer.


Enlace: http://www.abc.com.py/abc/nota/110973-Los-muertos-y-el-degollado/

martes, 4 de mayo de 2010

Estado de decepción: Cómo defender la democracia y no volverse autoritarios en el intento por José María Costa

Comparto esta nota, pues hace a un tema de especial sensibilidad en el Paraguay actual: la creciente posibilidad de perder derechos y garantías, en el combate al crimen, derechos y garantías por los cuales centenares de ciudadanos han luchado por décadas. Y estas excepciones a las garantías si se instalan por unas, mañana podrán instalarse por otras... las razones que fueren, e incluso, sin que existan valederas ni existan habilitaciones constitucionales explíticas.
Es cierto, el Paraguay desde la dictadura y durante la transición ha vivido de zozobra en zozobra por la emergencia de grandes asociaciones criminales al margen de toda ley, por encima de toda ley, y generalmente estuvieron y están relacionados a los grupos de poder, por tanto, toda asociación para el delito en el Paraguay, por lo menos es saludable sospechar que alguna relación con factores de poder político o económico mantuvieron o mantienen.
Y claro está que ninguno de los gordos peces de estas asociaciones no habitan las cárceles y han sido invetigados ni juzgados como corresponde en ley, antes bien, tienen la inteligencia y capacidad de cambiar de caras, de rubros, de territorios, e incluso, "plantar" y financiar los emprendimientos delictivos más audaces con fines económicos y hasta políticos, desestabilización incluida.
Pero está la defensa y promoción de un sistema democrático en juego. Un estado de derecho está obligado imperiosamente a garantizar la seguridad de las personas, a combatir el crimen con firmeza, pero precisamente para salvaguardar el sistema de garantías y derechos para toda la ciudadanía en todo el territorio nacional, y salvar al estado de caer en manos del crimen, por las vías que fuere. Renunciar a ello, aunque sea parcial o temporalmente, es el pasto más dulce y sabroso para la tentación y la razón autoritarias, la misma que busca en muchos casos la discrecionalidad y arbitrariedad exactas para sus sectarios intereses, con una democracia formal, epidérmica y de fachada que los encubra, o el fracaso de todo proceso democrático y democratizador, cuando no tendrán los privilegios a la luz de los cuales han nacido y crecido.
Para este humilde observador, la democracia está y estará a media asta hasta que todas las garantías y derechos estén nuevamente vigentes en todo el territorio nacional y válidas para todos sus habitantes. Nada es más grave que perder garantías, sea por un minuto, sea en un centímetro de territorio nacional. Los estados de excepción son fuegos que queman demasiado y pueden producir daños irreparables en sociedades como la paraguaya, donde harto difícil es construir democracia con verdad, justicia, memoria y que en el tiempo perduren como valores a preservar de toda coyuntura o contingencia. Las manos democráticas que nos conduzcan, tan y más hábiles serán cuanto más lejos de cualquier "atajo", y especialmente el autoritario, nos mantengan.

Estado de decepción: Cómo defender la democracia y no volverse autoritarios en el intento


José María Costa. ULTIMA HORA. PARAGUAY. Ha preocupado a muchos la declaración del estado de excepción. No les han faltado razones a quienes se preguntaron para qué se necesita una medida extrema como ésa, habiendo caminos normales, no extraordinarios, para demostrar voluntad y decisión firme en la lucha contra la delincuencia, organizada o no.

Personalmente, me queda el sabor de que aún sin este recurso constitucional extremo, las autoridades podrían haber hecho mejor papel en el combate al EPP y a otras formas más cotidianas y menos "ideológicas" de inseguridad. Por ejemplo, para movilizar fuerzas militares o actuar con rapidez -incluso en las órdenes de detención o allanamiento- no se precisan permisos constitucionales "extras", sino voluntad real y claridad en el mando. El gobierno tiene, en este sentido, la oportunidad de desmentir todo el escepticismo y las sospechas que han rodeado este asunto. Y sabe que tiene menos de un mes para hacerlo, un corsé de tiempo al cual no se ha visto muy afecto un gobierno que camina, según sus propios corifeos, "a pasos episcopales", y todavía sigue justificando sus demoras diciendo que cualquier tiempo es poco para todo lo que debe hacerse.

Ahora bien, lo que deja de nuevo revoloteando en el escenario político esta circunstancia del estado de excepción es la cada vez más señalada necesidad de que las esperanzas, las ilusiones, las expectativas de la gente sean atendidas con respuestas concretas por parte de las autoridades.

No se puede consolidar la cultura democrática, ni siquiera la simpatía por ella, sin evidentes avances en los valores componentes de este sistema de gobierno. No por mucho cacarear sobre la participación democrática, habrán de verse los huevos de un verdadero protagonismo de los ciudadanos. El resultado de una ciudadanía activa, protagónica, comprometida con el país, no viene como consecuencia de simples y populistas discursos que parecen evidenciar más bien un temor o antipatía al "otro" mecanismo de participación: el voto. Para lograr que la gente se sienta protagonista, esté consustanciada con la democracia, la valore y la defienda, se precisa de realidades más que de discursos; de acciones, más que de proyectos grandilocuentes; de avances reales, más que de excusas sempiternas.

No por llenarse la boca de "democracia participativa", la gente excusará la inutilidad o la deshonestidad en la función pública. No por autodenominarse "progresistas" los dirigentes políticos o sociales del entorno gubernamental deberán esperar que nadie les señale con el dedo cuando han metido la mano en la lata, o cuando lo han intentado y pudieron "desactivar a tiempo", antes de ser pillados, esos negociados. No por proclamarse profetas del cambio están exentos de rendir cuentas, ser transparentes, ser eficaces y actuar con total legalidad. Así se ha reclamado a los de antes, no debiera ser diferente con los de ahora. Ni debiera creerse que con eso se "pone el palo a la rueda" o "se hace el juego a los antidemocráticos".

Hacer el juego al pasado, al autoritarismo, a la anti-democracia ocurre en verdad cuando no se actúa con responsabilidad ante la esperanza de la gente, cuando se promete y no se cumple, cuando se buscan atajos autoritarios para fines sectarios. Para defender y fortalecer la democracia hay que actuar institucionalmente y ser eficaz, para con ello evitar que en esta ciudadanía, aún esperanzada, cunda y se instale el estado de decepción. ¿O ya es tarde para ello?

Enlace: http://www.ultimahora.com/notas/318877-estado-de-decepci%C3%B3n