domingo, 28 de octubre de 2012

EL STRONISMO NO FUE UNA PERSONA, EL CONSERVADORISMO PARAGUAYO TAMPOCO

El stronismo no fue una sola persona, fue un sistema dictatorial de ultraderecha que fue concentrando el poder hasta llegar a un régimen quasi totalitario. Nunca fue de excepción o de transición hacia alguna forma democrática. Por su gen, el régimen, sólo podría evolucionar hacia formas más y más autoritarias en lo político, y generar más desigualdad en lo económico. No pudo perpetuarse la familia del dictador. Pero sí el sistema conservador con mínimas aperturas luego de 1989, en una suerte de bipartidismo conservador cerrado y acotado a más de lo mismo pero en dos colores. La clase económica y política que creció a cobijo del stronismo, tomó el poder a través de los carteles que gobiernan realmente el Paraguay. Su reto fue mantener los "fundamentales" del viejo sistema económico, dentro de nuevas normas que semejarían una democracia formal, pero con enormes desigualdades y deudas sociales que se irían acumulando año tras año.

El golpe del 22 de junio de 2012, tiene los genes stronistas, tiene los genes conservadores, pues fue un movimiento preventivo de reaseguramiento de la hegemonía conservadora que a nivel nacional nunca estuvo en riesgo, de allí que fue tan fácil apelar al pacto "azulgrana" como cobijo. Este ha sido un movimiento tardío de la derecha paraguaya, con apoyo y aliento de conservadores de la región, que hoy en muchos países están en franca minoría y desmejorando, atendiendo el nuevo escenario internacional post "Consenso de Washington", especialmente en Sudamérica, con gobiernos cada vez más progresistas. Esta acción preventiva, busca indudablemente evitar que nazca o tenga entidad política en Paraguay, algún tipo de propuesta de cambio por superación, del status quo conservador que se venía manteniendo sin alteraciones desde 1989, pactos políticos incluidos. 

Pero, en estricto sentido, nunca hubo riesgos de cambios ni bruscos ni profundos durante el gobierno de la APC que surgió en abril de 2008. Pero, la sola enunciación de políticas sociales más amplias, el nuevo acercamiento del Paraguay hacia formas nuevas de integración con democracias progresistas políticamente exitosas y acompañadas por grandes masas ciudadanías, que pudieran ser bien vistas por la ciudadanía paraguaya para las próximas elecciones de 2013, bastaron para que actuara la paranoia oligárquica que sacó del baúl stronista todas las viejas banderas de la guerra fría, de la Triple Alianza, todas mezcladas en una ensalada intragable, para agitar todo tipo de miedos y fobias, que justifiquen el golpe antidemocrático y fuera vendido como si fuera una acción patriótica fundacional y fundamental, el tumbar un gobierno electo por el pueblo a diez meses de las elecciones nacionales y con ello la incipiente democracia con todas sus limitaciones.

El golpe del 22 de junio de 2012, fue un golpe contra el pueblo, contra la democracia, contra la modernidad, contra el siglo XXI y para darle un "estate quieto" a ese pueblo paraguayo, sobre la negativa absoluta de la oligarquía vernácula de ceder un milímetro de sus privilegios a cualquier gobierno electo, y anunciar que no permitirá que gobierne nadie que no tenga su bendición, que no se someta plenamente a sus dictados, o que no se mantenga dentro del más estricto alineamiento neoconservador en lo político y neoliberal en lo económico, a través de un "pacto azulgrana" como custodios. Por más que el mundo cambie, la derecha paraguaya, quiere que en el Paraguay el reloj de la historia se detenga, y los cambios políticos, económicos y culturales progresistas que en el mundo se están dado, especialmente en la región sudamericana, estén institucionalmente descartados.