miércoles, 28 de junio de 2017

A HUGO LO MATARON EN TORTURA

Por Federico Tatter #relatosbreves #memorianotecalles

Según el informe del Inspector Principal DAEP  Alberto Buenaventura “Dactilógrafo” Cantero, del 18 de setiembre de 1980, a Pastor Coronel que obra en el “Archivo del Terror”, a menos de 24 horas del mortal atentado al ex general Anastacio “Tachito” Somoza Debayle, el día anterior, cerca de las 10:00 am, entre las calles Generalísimo Franco (hoy España), casi América de la ciudad de Asunción, a partir de un control de las listas de personas y auto vehículos alquilados, se detectó un caso que, por sus características, llamó en forma particular la atención policial.
Según el informe de “El Dactilógrafo”, un sujeto de aspecto “uruguayo” alquiló en dos oportunidades un auto VW del tipo escarabajo y luego otro de la misma marca, del tipo  Brasilia. Puso como dirección la calle Ingavi y 18 de Julio de nuestra ciudad. El tal sujeto se identificó con el nombre de Rogelio Hernández Garrido, con pasaporte número 035963, de la República Oriental del Uruguay.
Una comitiva policial se trasladó ese mismo 18 de setiembre a esa dirección. Sorpresivamente, fue recibida a balazos. Un hombre de gran altura y cabellos rojizos escapó por los fondos de la misma. Relatan que fue herido en la fuga, a unos trescientos metros de la vivienda. Allí fue aprehendido y trasladado a Investigaciones. En la casa de Ingavi le fue secuestrado también un pasaporte mexicano a nombre de Leopoldo Chassin Ramírez.
El sujeto, con varias documentaciones falsas, resultó ser el ciudadano argentino, oriundo de Santiago del Estero, Hugo Alfredo Yrurzún, alias “capitán Santiago”, quien habría operado un lanzacohetes que impactó mortalmente sobre el Mercedes Benz blanco sin blindaje que transportaba al ex dictador nicaragüense.
De acuerdo al detallado informe de Cantero, la aprehensión de Hugo se habría dado entre las 21:30 y las 21:45 pm, “falleciendo” en el trayecto a un centro asistencial.
Pero en realidad, de acuerdo a varios testimonios, el sujeto que ingresó con el nombre falso de Rogelio, no pereció en la calle, ni en trayecto a ningún centro asistencial. Murió en las salas de tortura del Departamento de Investigaciones a causa de los tormentos aplicados. Ante varios comisarios, ante el “El Dactilógrafo” Cantero, ante Pastor Coronel, ante varios fotógrafos y militares. Dicen que un militar habría acabado con la vida de Hugo. Dicen que luego de su asesinato, su cuerpo inerte recibió varios impactos de arma de fuego. La intención, fue cambiar la realidad de “muerte en tortura” por el relato de “enfrentamiento en la vía pública”. Varias fotos fueron tomadas en la misma sala de tortura. La investigación obviamente nunca concluyó. El cuerpo de Hugo Alfredo Yrurzún obviamente nunca apareció. A pesar del inmediato pedido de sus padres que viajaron desde Santiago del Estero hasta Asunción en cuestión de horas para reclamarlo.

Federico Tatter.
28 de junio de 2017.

BUENAVENTURA “EL DACTILÓGRAFO”

Por Federico Tatter #relatosbreves #memorianotecalles

Heriberto, ya no lo podía ver. Contó que en sus últimos días, Alberto Buenaventura frecuentó la Parroquia Domingo Savio. Justamente a la que él siempre asistió. Y ello le produjo siempre una gran molestia, pues lo encontraba siempre en la primera fila aferrado a una Biblia. Mostrando un aspecto crecientemente enfermizo y frágil, como deseando que todos los presentes, así quisieran verlo. Releyendo fojas de causas judiciales antiguas, mucho tiempo después. Casi todas dejadas en el olvido sin sentencia, también aparecieron a ojos de investigadores, varias comparecencias de Alberto Buenaventura. En esas hojas no se salió nunca del libreto. Habló poco, y tiró el escaso fardo a los que ya estaban muertos. Vieja habilidad policial. Hacerse del “chancho rengo”. Nunca habló de quienes estaban aún con vida, de los activos, de los que sobrevivieron en los pliegues del poder. Los protegió fielmente. Incluso a quienes siendo sus subordinados, luego lo desconocieron, cuando ascendieron a las más altas magistraturas de una transición sin transición real. Protegió a quienes dieron órdenes, y también a quienes compartieron con él “el trabajo” de torturar en las noches y pasar en limpio aquello que quisieron extraer a discreción, verdad, fabulación, mentira o delirio desesperado, para que Pastor se luciera, dando las “primicias” al gringo, en las madrugadas de Mburuvichá Roga. Su coartada preferida ante tribunales fue: “yo sólo fui un dactilógrafo”. Pero, fue mucho más. Y no recibió un juicio como correspondió. Fue el segundo al mando del III Departamento de Investigaciones, durante todo el período del reinado del terrorista de estado Pastor Coronel. Una de sus víctimas, relató que Alberto Buenaventura Cantero, dirigió durante días un minucioso y repetitivo interrogatorio sobre su persona, en aquellos días de terror de 1980, en las semanas posteriores al atentado sobre el dictador nicaragüense Anastacio Somoza Debayle. Necesitaron una explicación y varios chivos expiatorios. Nunca pudieron aclarar nada acerca del “Caso Somoza”. Un verdadero fiasco que demostró al mundo y al propio régimen que el control granítico y total, del cual se ufanaron, jamás existió en realidad. Quedaron como unos idiotas inútiles para siempre. Un sábado, dirigió la sesión de tortura sobre esta víctima hasta avanzada la noche. Ya cansados, el torturador, el torturado y el director del interrogatorio. Éste último, dijo algo como: “...Hasta ahora quedan un par de preguntas más … volveré mañana domingo en la mañana … y espero que usted las responda rápido. Pues voy a asistir con mi familia a misa como todos los domingos … Espero su colaboración … y no me haga perder la misa”. En esos días de furia de 1980, no era aún el quebradizo personaje con el que se vestiría en los noventas para sentarse en la primera fila de la Parroquia Domingo Savio aferrado a una Biblia, y que tanto disgustaba ver al abogado Heriberto Alegre.

Federico Tatter.
23 de junio de 2017.
Corregido por Eugenia de Amoriza.