miércoles, 28 de junio de 2017

BUENAVENTURA “EL DACTILÓGRAFO”

Por Federico Tatter #relatosbreves #memorianotecalles

Heriberto, ya no lo podía ver. Contó que en sus últimos días, Alberto Buenaventura frecuentó la Parroquia Domingo Savio. Justamente a la que él siempre asistió. Y ello le produjo siempre una gran molestia, pues lo encontraba siempre en la primera fila aferrado a una Biblia. Mostrando un aspecto crecientemente enfermizo y frágil, como deseando que todos los presentes, así quisieran verlo. Releyendo fojas de causas judiciales antiguas, mucho tiempo después. Casi todas dejadas en el olvido sin sentencia, también aparecieron a ojos de investigadores, varias comparecencias de Alberto Buenaventura. En esas hojas no se salió nunca del libreto. Habló poco, y tiró el escaso fardo a los que ya estaban muertos. Vieja habilidad policial. Hacerse del “chancho rengo”. Nunca habló de quienes estaban aún con vida, de los activos, de los que sobrevivieron en los pliegues del poder. Los protegió fielmente. Incluso a quienes siendo sus subordinados, luego lo desconocieron, cuando ascendieron a las más altas magistraturas de una transición sin transición real. Protegió a quienes dieron órdenes, y también a quienes compartieron con él “el trabajo” de torturar en las noches y pasar en limpio aquello que quisieron extraer a discreción, verdad, fabulación, mentira o delirio desesperado, para que Pastor se luciera, dando las “primicias” al gringo, en las madrugadas de Mburuvichá Roga. Su coartada preferida ante tribunales fue: “yo sólo fui un dactilógrafo”. Pero, fue mucho más. Y no recibió un juicio como correspondió. Fue el segundo al mando del III Departamento de Investigaciones, durante todo el período del reinado del terrorista de estado Pastor Coronel. Una de sus víctimas, relató que Alberto Buenaventura Cantero, dirigió durante días un minucioso y repetitivo interrogatorio sobre su persona, en aquellos días de terror de 1980, en las semanas posteriores al atentado sobre el dictador nicaragüense Anastacio Somoza Debayle. Necesitaron una explicación y varios chivos expiatorios. Nunca pudieron aclarar nada acerca del “Caso Somoza”. Un verdadero fiasco que demostró al mundo y al propio régimen que el control granítico y total, del cual se ufanaron, jamás existió en realidad. Quedaron como unos idiotas inútiles para siempre. Un sábado, dirigió la sesión de tortura sobre esta víctima hasta avanzada la noche. Ya cansados, el torturador, el torturado y el director del interrogatorio. Éste último, dijo algo como: “...Hasta ahora quedan un par de preguntas más … volveré mañana domingo en la mañana … y espero que usted las responda rápido. Pues voy a asistir con mi familia a misa como todos los domingos … Espero su colaboración … y no me haga perder la misa”. En esos días de furia de 1980, no era aún el quebradizo personaje con el que se vestiría en los noventas para sentarse en la primera fila de la Parroquia Domingo Savio aferrado a una Biblia, y que tanto disgustaba ver al abogado Heriberto Alegre.

Federico Tatter.
23 de junio de 2017.
Corregido por Eugenia de Amoriza.

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