viernes, 2 de enero de 2015

LA INVENCION DEL CADETE BENITEZ (I)

Bastante se ha escrito sobre el “Caso del Cadete Benítez”. Pero, mucho aún falta desentrañar. Para acceder a algo parecido a la verdad, más que hurgar, es preciso, desmalezar.
El Cadete del Liceo Acosta Ñú, Alberto Anastasio Benítez, asesinado el 7 de diciembre de 1962, en efecto existió. El estado, aprovechó. Redactó un guion represivo de tamaño colosal. Se emitió una radionovela. Se erigió un santuario. Se creó una leyenda.
La verdad oculta. Una posible lucha sorda por el liderazgo en la poderosa Caballería del naciente régimen dictatorial.En el año 2007, me toco entrevistar varias veces al Capitán de Caballería Hilario Ortellado Jiménez, quien demasiado joven, ya fue Jefe de Personal de la 1ª región Militar con asiento en Asunción. Fue detenido en su despacho el 20 de diciembre de 1962. Fue torturado, rápidamente condenado y secuestrado a manos del estado stronista, por casi ocho años. Fue dado de baja del Ejército Nacional el 2 de marzo de 1970, hasta que el 15 de agosto de 1970 se escapó de sus custodios en el confinamiento de Yaguarón y pidió asilo en la Embajada del Brasil. Viajó al Brasil. Los brazos del régimen hasta allá lo amenazaron. El 19 de setiembre de 1970, se refugió en la República Oriental del Uruguay, para sólo retornar a su país, luego de los sucesos de 1989.Cuenta el Capitán. Pertenecí a la remesa de 1951, la primera de oficiales del ejército enteramente colorados. Siendo muy joven como casi todos los jóvenes recibidos, estuvimos al mando de más tropa de la que correspondería a nuestro rango y formación. Siendo Capitán yo realicé funciones de un Coronel. Luego de 1947, las fuerzas armadas se quedaron sin oficiales profesionales y todo se cubrió con la reserva, sin formación, sin preparación.Llenamos horas tratando de desentrañar el caso, las denuncias, las mentiras y las reales posibles conspiraciones.Retoma el Capitán, quien hojeaba su diario personal para no olvidar ningún dato, y para ahondar en cada pista. Éramos todos profesionales, institucionalistas. Pero los de reserva como el general Patricio Colmán, de actuación bestial, tenían mucho poder. Una noche de 1960, nos trasladó a su puesto comando en Caazapá y en medio de mucho whisky, durante toda la noche, nos relató sus métodos para matar, sus relatos no parecían enseñanzas, parecían en realidad amenazas, cuando el general acariciaba un collar formado por las orejas de las personas que asesinó con sus propias manos.De otros testimonios y el análisis grupal surgen más hipótesis. Todo lo de 1962 fue armado. Ya había internas y pujas. Despuntaban los liderazgos de Andrés Rodríguez y Carlos Jorge Fretes Dávalos. Sólo los más rápidos sobrevivirían. Y el Capitán de Caballería Napoleón Ortigoza podía haber sido un obstáculo en la lucha sorda por el liderazgo. Casi con seguridad, el Cadete Benítez, fue asesinado en torturas por el propio investigador del caso, el comisario Raúl Riveros Taponier de Trinidad, y endilgado a Ortigoza, para desatar una caza de brujas sobre un grupo de oficiales a purgar, bajo el aleve argumento de que estarían tramando un alzamiento militar para tumbar al presidente y restituir a Epifanio Méndez Fleitas en el poder político y militar perdido pocos años atrás. Allí entró en escena el Ministerio del Interior, con Edgar Lineo Insfrán y montó una verdadera guerra de propaganda a través de los medios. El supuesto gran complot contra el presidente, nunca existió.Continúa el Capitán. Los ascensos se daban muy rápido y la lucha por subir generó fricciones, enconos, rivalidades y nuevas lealtades. Todo fue una mentira tramada por el grupo liderado por Andrés Rodríguez, el ministro del Interior Edgar Lineo Insfrán, y su jefe de Policía Duarte Vera. Esa camada fue la que nos armó una trampa, y todo, porque Rodríguez no quería que ascendiera Ortigoza, para éste no alcanzase su silla en la Caballería.
Federico Tatter.Nochevieja de 2014. Asunción, Paraguay.

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