viernes, 2 de enero de 2015

EL AFFAIRE AZOD (I)

La República del Paraguay, en su noche más oscura, para muchos, y sólo para algunos, fue un paraíso principesco. Tan es así, que se dio el lujo de contar con un Príncipe persa, de sangre azul y todo. He aquí la peculiar historia. La relataré en partes, pues esta alfombra voladora tiene mayor extensión. Va la primera.
El príncipe iraní Abounasrd Azod, no hablaba castellano, mucho menos el dulce guaraní. Tal vez, hablaba persa, pero casi con seguridad, el francés, lengua que la manejaba a la perfección, y con la que se comunicaba con las autoridades paraguayas, obligadas a pelearse con el diccionario.
El noble persa, perteneció a la corte del Sha de Irán, quien fuera derrocado el 16 de enero de 1979 por una revolución popular que tuvo como líder político y espiritual al Ayatollah Jomeini. El príncipe, por tanto, con todo y su sangre azul, se vio forzado a marchar raudo y cauto a un dorado exilio en la República francesa (dicho sea de paso, toda una colonialista hipócrita, habituada en dar el aguante a decenas de sus dictadores, siempre y cuando compartieran sus fortunas mal habidas). Y fijó domicilio en una mansión en la Costa Azul, que terminó siendo la envidia de la diplomacia paraguaya de esos días.
El Príncipe Azod, de rancio abolengo y fina formación europea, no podía compararse con un áspero campesino pynandí, ni mucho menos con un militante republicano “hasta las últimas consecuencias”. No obstante, se las ingenió para ser uno de los principales beneficiarios de la anti reforma agraria del General Alfredo Stroessner. Y terminó siendo un gran amigo del gallardo y varonil único líder nacionalista y anti comunista de este lado del mundo. El uniforme militar y los títulos nobiliarios marea a más de uno, y el tosco artillero germanófilo, le encontró el gusto. El hambre y las ganas de comer se dieron un abrazo.
El príncipe vivió rodeado de fortunas desde su cuna. No obstante, dedicó su vida a agigantarla desarrollando habilidades exquisitas que eran la delicia de cuanto dictadorzuelo se cruzara frente a sus ambiciones. Que siempre eran más grandes que sus activos.
Pero a tal grado llegaron las relaciones carnales, que a través de un decreto presidencial del 30 de agosto de 1982, el noble Príncipe persa fue nombrado Adicto Comercial a la Embajada de la República del Paraguay en la República de Francia, cargo que ostentó, con las turbulencias propias de su estirpe, hasta que por otro decreto presidencial del 26 de febrero de 1993, el presidente constitucional del Paraguay, también un general, se vio obligado por un cúmulo de vergonzantes malos tragos, a dar por terminadas sus funciones.
Pero, la fortuna de Azod siempre pedía más fortuna. A tal punto, que sin residir jamás en el Paraguay y sin moverse de Cannes, desde el 8 de marzo de 1982 hasta el 29 de abril de 1983, fue beneficiario exclusivo de la anti reforma agraria del stronismo, con nada más y nada menos que, 75 mil hectáreas de tierra paraguaya. La misma que fuera defendida con la sangre de miles valerosos combatientes paraguayos en los confines polvorientos y sofocantes de la región occidental. La misma que sirviera de escenario para que el general de acero pudiera sacarse fotos con su mortero reluciente. El latifundio del noble persa, estaría ubicado en el corazón del idílico departamento de Nueva Asunción, con capital en General Eugenio A. Garay, hoy inexistente e integrado al departamento de Boquerón, según el libro “La tierra en Paraguay. 1947-2007”, de Efraín Alegre y Aníbal Orué.
El Príncipe Abounasrd Azod por tan alta función diplomática para un estado que jamás tocó, poseía un pasaporte diplomático paraguayo que le brindaba todas las inmunidades y garantías. Quedan aún por relatar qué se hizo de este aventajado ilusionista con un pasaporte diplomático, como empleado de lujo del estado paraguayo stronista, y con por lo menos un latifundio de dimensiones novelescas en el corazón del chaco paraguayo.
Federico Tatter.
Diciembre de 2014. Asunción, Paraguay.

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