viernes, 24 de julio de 2015

ACATAR O REVENTAR

Una de las tantas oficinas dictatoriales, encargadas de “bajar línea y establecer uno y sólo un discurso de estado” en el campo de la defensa del régimen frente al movimiento de derechos humanos y la diáspora del exilio paraguayo, uno de los más prolongados del cono sur latinoamericano, fue la Subsecretaría de Relaciones Exteriores, a cargo del embajador Francisco “Poncho Pytá” Barreiro Maffiodo, quien a la sazón, fungía como “pluma de oro” del stronismo desde el partidario diario Patria. La premisa fundamental, era que para que “la mentira de estado fuera irradiada con efectividad, nadie debía salir del guión, ni los jerarcas de la dictadura, ni los medios de comunicación o tergiversación tolerados o funcionales”.
El metódico apuntador, por ejemplo, el 20 de enero de 1987, irradió una orden genérica a algunos diplomáticos para que sepan cómo defender al régimen en los documentos de contestación acerca de requerimientos sobre violaciones a los derechos humanos, como los que venían desde la OEA y la ONU, dos espacios en donde la dictadura estaba perdiendo la batalla de la legitimidad. La mentira de estado, aún distribuida entre los medios, estaba en desventaja frente a la evidencia.
Sobre los casos de Tavapy, San Francisco y Puerto Ordoñez, de Alto Paraná, la directivas de “Poncho Pytá”, fueron de estigmatizarlas como las clásicas consecuencias de “invasiones de propiedades privadas”, por parte de “supuestos campesinos sin tierras”, donde éstos son desalojados mediante “orden judicial” una vez que se haya probado el hecho de “la invasión de manera inequívoca”. Los detenían por unos días, recuperaban más tarde su libertad, con la garantía de que el IBR pudiera “interesarse por sus necesidades”. Una mentira tan útil que ha durado más de 28 años. Pues la situación en el Paraguay, no ha cambiado en lo más mínimo. En realidad, ha empeorado, pues casi todos los departamentos fronterizos, hoy están en manos de grandes propietarios, corporaciones extranjeras, que han invadido, limpiado la zona de habitantes paraguayos, comunidades originarias incluidas, y se han establecido por un par de monedas en las mejores tierras del Paraguay. Hoy ya no existe soberanía paraguaya sobre esas tierras.
Continúa el verborrágico Maffiodo allá por 1987, con respecto a la Comisión de Solidaridad con el Paraguay de Suiza. Allí, dice, que desde el exilio hablan de una “supuesta confederación paraguaya de trabajadores en el exilio (CPT-E), diciendo que “...son organizaciones de fachada, compuesta por minúsculos grupos de elementos radicalizados de oposición”. Continúa, que “éstos supuestos no representan a nadie en el Paraguay, utilizan términos groseros e inadmisibles. Funcionan en Suiza sin conocer la realidad porque sus líderes están hace más de 25 años afuera del país”. Y tampoco, continúa, “ se puede hablar de exilio, porque nadie les objeta su regreso, y desde hace 30 años ninguno dirige un sólo sindicato, y sólo están viviendo de la mendicidad internacional”. O sea, negación absoluta. En el Paraguay debe haber democracia y quien diga lo contrario, no existe.
Éste fue el temperamento para todas y cada de una de las cientos de organizaciones de la comunidad paraguaya en el exterior, especialmente aquellas que denunciaban el carácter terrorista de la dictadura stronista. Hoy, en el Paraguay, los organismos de derechos humanos, siguen siendo criminalizados bajo otros métodos, pero en el mismo sentido, porque desarman las mentiras de estado como en la dictadura.
El estado actual no aclara, más bien tergiversa, mantiene en la neblina la verdad y busca instalar guiones ficcionados como única verdad aunque riñan con la evidencia. Para ello, como en el pasado, cuentan con el socorro casi unívoco de medios empresariales de desinformación, televisivos, escritos, radiales, con tal uniformidad discursiva, que nos recuerda a aquella “única voz oficial permitida y existente en las épocas dictatoriales” con misma filosofía totalitaria de Francisco “Poncho Pytá” Barreiro Maffiodo. Donde había “una y sola una mentira de estado permitida para difundir e irradiar. Todo el mundo a creer, acatar o dejar de existir civilmente. Si la evidencia no coincidía con la mentira oficial, peor para la evidencia”. Dejavú. Casos Curuguaty y siguientes. Mentiras de larga data, revividas en otras nuevas.

Federico Tatter.
24 de julio de 2015. Asunción, Paraguay.

Corrección ortográfica y estilística a cargo de Eugenia de Amoriza.

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