sábado, 16 de mayo de 2015

HASTA RONALD BAJO EL PULGAR

La dictadura stronista, fue sostenida y apoyada aguantando todas las vergüenzas mundiales, por los Estados Unidos de América y sus aliados, durante la guerra fría. Les fue muy útil. Hasta que dejó de serlo y se transformó en molestia.
El stronismo surgió y se apoyó en el ultraconservadorismo anticomunista emergente desde la década de los cincuentas, y se sintió un faro de defensa de occidente cuando casi toda América Latina se pobló de dictaduras militares durante la década de los setentas. A la década de esplendor, le siguió la del ocaso.
Fue la administración de James Carter la que instaló los derechos humanos dentro de la política exterior norteamericana, dejando de lado más de 25 años de apoyo a los más criminales regímenes dictatoriales “afines a occidente”, que debían defender a occidente, de los regímenes totalitarios de oriente. Todo un trabalenguas filosófico y político que ha enfrentado al mundo durante décadas.
El stronismo incluso, aportó a las ciencias políticas de la ultraderecha, caracterizando a la administración demócrata de “cartercomunismo”. Esperaban que volvieran los republicanos para que retorne el “orden natural”. Cifraron sus esperanzas en Ronald Reagan, un emergente ultraconservador que apuntaba a poner las cosas en su lugar en “occidente”.
Pero no fue tan así. Pues incluso la administración de Ronald, no desmontó del todo el componente de exigencia de los derechos humanos, y amoldó a su neoconservadorismo neoliberal, algunos de sus aspectos. A tal punto que apuntó al stronismo y al pinochetismo, caracterizándolos como regímenes dictatoriales que violaban sistemáticamente los derechos humanos. Por tanto, ambos regímenes, jaqueados por los demócratas, estaban recibiendo el “jaque mate” por parte de los republicanos norteamericanos y su nueva derecha moral. El stronismo, ya no entendía el mundo, ni cómo éste se repartiría. A tal punto, que casi ya no quedaban dictaduras en el continente en la mitad de los ochentas. Y las transiciones democráticas avanzarían incluso hasta en Taiwán (1987), Corea del Sur (1987),y la racista Sudáfrica (1990). Se le acabó el mundo al stronismo. Los Estados Unidos de América, luego de décadas de sostén, les presentó tarjeta roja.
El diario UH de Paraguay, reprodujo un cable de las agencias EFE y UPI, con las palabras sintetizadas de Ronald Reagan en una visita oficial a España en mayo de 1985: “Cuando por primera vez asumí la presidencia, hace poco más de cuatro años, el mapa de nuestro hemisferio estaba ensombrecido por dictaduras. Pero, país tras país, las dictaduras han dado paso a las aspiraciones democráticas de sus pueblos. Hoy por primera vez, las excepciones a la corrientes democrática dominante en los países de habla hispana de América, pueden ser contadas con los dedos de la mano. Estas son cuatro. Dos de ellas, Chile y Paraguay, tienen regímenes militares arraigados, y las otras dos Cuba y Nicaragua, son tiranías comunistas”.
Carlos Augusto Saldívar, ministro de relaciones exteriores de la dictadura jaqueada, con una semana de retraso, arriesgó una suerte de queja ahogada en una comunicación al embajador norteamericano, Arthur H. Davis, el 13 de mayo de 1985, en respuesta a las expresiones de Reagan que sonaban a sentencia definitiva: “…El gobierno nacional no es ni puede ser considerado de ninguna manera una dictadura, desde el momento en que en él funcionan los tres poderes del estado y actúan libremente los partidos políticos … el gobierno nacional tiene el respaldo irrestricto de la Asociación Nacional Republicana, agrupación inmensamente mayoritaria que ha sido fundada en el año 1887, y de indiscutible gravitación en el escenario político nacional”.
No se conoce que haya existido respuesta epistolar por parte de la “Embassy”. En todo caso, la respuesta ya la estaban redactando y sería enviada en propias manos una madrugada del 3 de febrero de 1989, cuatro años después.

Federico Tatter.
09 de mayo de 2015. Asunción, Paraguay.

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