domingo, 10 de septiembre de 2017

CATECISMO STRONISTA

Por Federico Tatter #relatosbreves #memorianotecalles #unanotecalles #ucanotecalles

Con acierto la Comisión de Verdad y Justicia, CVJ, calificó a la dictadura stronista 1954-1989, de totalitaria. No una mera tiranía unipersonal, que se evaporó el 4 de febrero de 1989. El totalitarismo, quedó como una pulsión genética, con otros actores, otros escenarios, otros libretos, pero con idéntica tendencia, proyección y esencia. Cuanto menos democrático, mejor.
El stronismo, además buscar copar, cooptar y controlar toda forma de asociación estatal o no estatal, buscó y tuvo a raya a la jerarquía eclesial católica. Controlada, sujetada o en el bolsillo, cuando podía. Y a los garrotazos a los fieles, cuando se les cantó.
A falta de un “Cardenal” que hiciera de nexo entre las jerarquías de ambos estados, el paraguayo y El Vaticano. Un dúo, constituido por Manfredo Ramírez Russo y Juan Livieres Argaña, se fusionaron en una especie de “enlace cardenalicio”. Ambos ultraderechistas, ultramontanos, ejercieron influencia político-partidaria, y bloquearon toda forma de renovación e innovación, estigmatizándola de “intromisión política”, irónicamente, utilizando el órgano oficial del partido colorado “Patria”, como instrumento.
Manfredo, el “Torquemada” del Colegio Cristo Rey (cofundador del partido demócrata cristiano, convertido al stronismo o directamente un topo del stronismo dentro de la democracia cristiana paraguaya), el 14 de febrero de 1978, agradeció el esfuerzo de Livieres por las palabras favorables publicadas en L’Osservatore Romano acerca de la celebración del día mundial de la paz, y la difusión en ámbitos romanos del mensaje del dictador. Recuérdese que el mentado día, partió de un libreto apoyado con ahínco por el stronismo en instancias internacionales, con apoyo de grupos conservadores del mismo pelaje.
El “Torquemada” paraguayo se dirigió a Livieres así: “...Me congratulo con Usted y sobre todo con el celo con que ejerze (sic) sus funciones porque de esa manera ha hecho conocer el pensamiento del órgano oficial de nuestro Partido, que bajo la ilustrada dirección del Senador Ezequiel González Alsina (en juventud, cercano al partido comunista, válgame Dios, y convertido siendo adulto al stronismo), siempre ha mantenido una línea de profundo respeto a la Iglesia, y al Santo Padre...”.
Imagínese Usted lector, que el cuerpo cardenalicio romano y diversas instituciones vaticanas, tuvo a través de Livieres, entre su oferta informativa acerca del Paraguay, nada más y nada menos, que al órgano oficial del propaganda del stronismo durante años. Los cardenales, son cuadros político-teológicos de alto nivel internacional. Imagino que, nadie se chupó el dedo con pasquín de tan baja ralea. A menos que haya decidido mirar para otro lado, conciente y voluntariamente.
Manfredo, luego de felicitar y felicitarse (es casi imposible no detectar en él megalomanía), porque en Roma y El Vaticano, esté presente la voz del coloradismo a través del órgano partidario “Patria”, hace gala de hipocresía y doblez, acusando a los obispos latinoamericanos que prepararon la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en la ciudad de Puebla, México, por haber “...sembrado la semilla de la confusión y han mezclado lo ideológico con lo teológico...”.
Finalizó Manfredo expresando la posición de la dictadura: “...Pienso también de que dicha Conferencia servirá de escenario para la acción de la línea radicalizada de la Iglesia...”. Que aunque menguada y advertida, podrían seguir insistiendo en sus “experiencias de renovación”, como la Compañía de Jesús (Jesuitas). Ello confirmó que el stronismo totalitarista operó políticamente muy fuerte junto a los conservadores latinos y europeos para sostener por décadas a las corrientes más derechistas dentro de El Vaticano, a un muy alto costo. Los mártires Monseñor Romero en El Salvador, o Monseñor Angelelli en la Argentina, sólo por citar a dos de ellos, que quedaron, librados a los lobos y sus dementes “cruzadas”.

Federico Tatter.
10 de setiembre de 2017.

Corregido por Eugenia de Amoriza.

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