jueves, 27 de noviembre de 2008

PARAGUAY Y EE.UU.: HISTORIA DE DOS ALIADOS DISTANTES (I)


PRIMERA PARTE

Andrew Nickson (*) CORREO SEMANAL. Sábado, 22 de Noviembre de 2008.

Los investigadores estadounidenses Frank Mora y Jerry Cooney publicaron, el año pasado, el libro Paraguay and the United States: Distant Allies. El mismo aporta datos interesantes sobre las relaciones históricas del Paraguay con los EEUU, pero también ignora facetas conflictivas.

Los dos autores de este libro son miembros de un grupo cada vez más numeroso de académicos norteamericanos que se especializan en Paraguay. Su texto ofrece una reseña histórica de las relaciones entre Paraguay y Estados Unidos, desde la Independencia hasta el inicio del gobierno de Nicanor Duarte Frutos, en 2003. Demuestra cómo Paraguay estuvo mayormente "fuera del radar" de los EEUU hasta la Segunda Guerra Mundial, y la manera en que la guerra fría introdujo un "matrimonio de conveniencia" mediante el cual el apoyo económico de EEUU a la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89) se canjeó por un feroz anticomunismo en la política doméstica y exterior de Paraguay.

A diferencia de las potencias europeas, el Gobierno de los EEUU demostró un notable desinterés en la Guerra de la Triple Alianza (1864-70), a tal extremo que al terminar la guerra su Gobierno tardó hasta 1888 en nombrar un cónsul en Paraguay y fue solo en 1914 cuando se acreditó un embajador norteamericano con residencia en Asunción. Después del fracaso de la "Comisión de los Neutrales" -liderada por los EEUU- en evitar las hostilidades entre Paraguay y Bolivia, Washington tuvo poca incidencia en la diplomacia durante la Guerra del Chaco (1932-35). Sin embargo, la aseveración de que "El objetivo principal de los EEUU era la búsqueda de una paz duradera" (p. 90) hace caso omiso de otras consideraciones tanto geopolíticas como económicas, en un momento en que la exploración en el norte del Chaco había revelado la existencia de grandes depósitos de petróleo y gas. Los autores reconocen que después de su nombramiento como ministro en Washington, a principios de 1938, José Félix Estigarribia, el héroe máximo durante la guerra, forjó una estrecha amistad con el secretario de Estado, Cordell Hull. Fue solo cuando Estigarribia llegó en forma imprevista a Buenos Aires, el 2 de julio, que se pudo evitar el peligro de un fracaso total en las negociaciones de paz y, como los mismos autores relatan, "sin ninguna autorización desde Asunción, él tomó el liderazgo de la delegación paraguaya" (p. 90). En vista de estos hechos extraordinarios, no es de sorprender que muchos estudiosos crean que el Gobierno de los EEUU tuvo injerencia en la demarcación fronteriza definitiva en el Tratado de Paz. Sean estas intenciones más estratégicas, la mediación de los EEUU señaló efectivamente un punto de inflexión en el fortalecimiento de los vínculos entre los dos países. La creciente presencia económica estadounidense y el inicio de un programa de ayuda externa, durante la Segunda Guerra Mundial, gradualmente desmamó a Paraguay de la órbita de los poderes Axis, con su desenlace final en la declaración de guerra en contra de Alemania, en febrero de 1945. Hasta ese momento histórico los autores presentan un relato sensato e informativo de las relaciones entre los dos países

Democratización: Opinión cuestionable

Al contrario, su opinión de que la democratización fue un objetivo principal de la política exterior de EEUU hacia Paraguay durante gran parte del periodo posguerra es muy cuestionable. Ellos atribuyen la breve "primavera democrática", desde mediados de 1946, casi exclusivamente a la presión al régimen de Morínigo por parte del embajador norteamericano, Willard Beaulac, aún cuando ésta "... desató sin intenciones una guerra civil destructiva que produjo un apoyo discreto de Washington a Morínigo en contra de fuerzas políticas que consideraba 'sospechosas y probablemente peligrosas'" (p. 118). La apertura democrática y la libertad de expresión duraron menos de seis meses. Con la aprobación tácita de los EEUU, el Partido Colorado tomó el control político el 13 de enero de 1947, en coalición con las Fuerzas Armadas, bajo el liderazgo de Morínigo. Este acontecimiento marcó un hito en la historia política de Paraguay. En forma inmediata desencadenó una sangrienta guerra civil, de la cual el Partido Colorado salió ganando, tomando una terrible venganza contra sus adversarios vencidos y estableciendo la base de mando autoritario sobre el país, que ejercería durante los siguientes 61 años, siete meses y dos días, hasta que finalmente terminó su dominio el 15 de agosto de 2008, siendo para esa fecha el partido político de mayor duración en el poder en el mundo.

Los autores ignoran esta complicidad de los EEUU en el génesis del largo mandato colorado y subestiman su papel crucial en mantener el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner, que se extendió desde 1954 hasta 1989. Al referirse al periodo inmediatamente previo al golpe de Estado liderado por Stroessner, en mayo de 1954, los autores dicen simplemente que "... los oficiales norteamericanos mantuvieron su apoyo a los colorados, mayormente porque temían que la alternativa no fuera ni viable ni preferible" (p. 122). Pero esta opinión contradice su anterior afirmación de que el Gobierno de los EEUU fue crucial en la presión a favor de la democratización en 1946. Como los autores mismos nos informan, los militares norteamericanos habían empezado a cultivar una amistad con Stroessner desde principios de los años 50. Después de graduarse del curso para oficiales mayores en Fort Leavenworth, el secretario del Ejército, Robert Stevens, invitó a Stroessner a realizar una gira por varias unidades militares en los Estados Unidos, entre mayo y junio de 1953. Cuando visitó la sede del Primer Cuerpo del Ejército en Governor's Island, recibió un tratamiento 'de gala'. También visitó la Zona del Canal de Panamá y hasta se reunió con la plana mayor del Comando Sur de Defensa. En vista del estrecho contacto establecido con él y la presencia de una Misión Militar estadounidense y oficiales de Inteligencia in situ, la afirmación de que en mayo de 1954 Stroessner "... realizó un golpe de Estado sin el conocimiento de los EEUU" (p. 125) es increíble. Menos de un año después del golpe, el mayor general Robert Douglas, jefe de la delegación norteamericana para el Comité de Defensa Interamericana, visitó a Stroessner, y para mayo de 1956, cuando reestructuró su propio Gabinete, Stroessner "... hasta presentó una lista de candidatos a la Embajada para que le den su visto bueno antes de anunciarlo públicamente" (p. 136).

Apoyo norteamericano a Stroessner

Los autores sí reconocen el papel central del apoyo norteamericano en la sobrevivencia y consolidación del régimen durante sus primeros años (1954-1960). Nos informan que Paraguay estaba entre los tres principales recipientes de ayuda norteamericana en América Latina entre 1954 y 1961 (p. 141), y que el embajador Walter Ploeser (1957-59) "funcionó como 'lobbyist' sin pago para el Gobierno paraguayo" (p. 140). Sin embargo, llama la atención que ellos hayan ignorado la evidencia de la complicidad de EEUU en el establecimiento y montaje del Departamento de Policía responsable de la tortura sistemática y de la desaparición de detenidos políticos durante la época stronista. Esta evidencia se encontraba en el Archivo del Terror -el conjunto de detallados informes históricos de la Policía Política-, que fue descubierto en diciembre de 1992 y que desde mediados de los 90 se encuentra en una biblioteca pública en el Palacio de Justicia. Varios documentos en este Archivo hacen referencia a la misión a Paraguay del coronel de Ejército norteamericano Robert K. Thierry (nacido en el Estado de Ohio el 17 de enero de 1909), entre mayo de 1956 a marzo de 1958, con el propósito de establecer la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos (DNAT), dentro de la sede central de la Policía en Asunción. La Técnica, tal como se la conocía, muy pronto se convirtió en el centro neurálgico para la tortura de miles de disidentes durante la época stronista. Aún cuando se sabe que al menos treinta presos políticos fueron matados en la misma Técnica, el número real es probablemente muy superior. Bajo el sistema de clasificación de la asistencia técnica extranjera de USAID de entonces, la misión Thierry fue encubierta como... ¡"capacitación en Administración Pública"!

Alianza para el Progreso

Paraguay fue el primer país latinoamericano en solicitar ayuda económica a través de la Alianza para el Progreso (AP), pero a cambio de esta ayuda de parte de los EEUU durante los años 60 se efectuaron solamente reformas simbólicas. Se despilfarró una proporción mucho mayor de esta ayuda de lo que nos hacen creer los autores. Ellos alaban la construcción de carreteras como el gran éxito de la AP en Paraguay, pero sus propias cifras revelan que el kilometraje total de rutas pavimentadas en el país aumentó solamente de 91 km en 1954 a 261 km en 1968, ¡un promedio de menos de 12 km por año! La aseveración de que la AP "contribuyó a la modernización de la infraestructura y el crecimiento económico, creando la base (mediante la red carretera) de la cual surgió el boom económico en los años 70" (p. 168), es cuestionable por dos razones: primero, el aumento en la extensión de la red carretera fue muy limitado; segundo, y más importante, el boom de los 70 fue casi totalmente producto de un factor exógeno -o sea, la construcción de la represa de Itaipú, la planta hidroeléctrica más grande del mundo-.

La "liberalización parcial" (p. 170), a mediados de los 60, fue orquestada solamente para otorgar legitimidad a la preparación de la "nueva Constitución de 1967" (p. 171), cuyo solo propósito fue permitirle a Stroessner mantenerse en la presidencia durante dos mandatos más, cada uno de cinco años. Por esta razón, se equivocan los autores en su opinión, al referirse al opositor Partido Liberal de entonces, de que fue solamente "el ala izquierdista del Partido que seguía rechazando la legitimidad del régimen de Stroessner" (171). De hecho, la gran mayoría de los liberales no dejaron de considerar al régimen como ilegítimo. Por ende, la aseveración de que "Quizás en ningún momento, desde que llegó al poder en 1954, Stroessner se sintió tan seguro y con tanto apoyo popular como a finales de los 60" (p. 177) es fuera de serie. Sin duda se sintió más seguro -solo entre 1964 y 1967 otros 300 oficiales de las Fuerzas Armadas habían recibido entrenamiento en el Canal de Panamá y los EEUU-, pero los autores ofrecen poca evidencia para apoyar su hipótesis de una mayor "popularidad". Al contrario, en un marcado contraste al "silencio popular" durante la visita del vicepresidente Richard Nixon, en mayo de 1958, la visita del enviado presidencial Nelson Rockefeller, en junio de 1969, provocó las primeras protestas estudiantiles en contra del apoyo de EEUU al régimen. La torcida visión de los autores con respecto a este periodo lo resalta la extraordinaria afirmación de que "los paraguayos alaban a John F. Kennedy en agradecimiento por la prosperidad, paz y modernidad que Paraguay había disfrutado durante la década" (p. 173). Poniendo a un lado el desafortunado uso de una fase que se asemeja mucho al ubicuo eslogan del régimen: "Paz y Progreso", en realidad la admiración por Kennedy fue mayor justamente entre la juventud urbana, educada pero opositora, quienes, con razón o sin ella, pensaban que si no fuera asesinado, Kennedy hubiera ejercido mayor presión sobre Stroessner que la ejercida por la Administración de Lyndon Johnson, para introducir un genuino proceso de democratización.


Andrew Nickson: r.a.nickson@bham.ac.uk

Profesor de Gestión Pública y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Birmingham, Inglaterra.

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