jueves, 11 de septiembre de 2008

PARAGUAY: SUAVE CAIDA DEL ULTIMO PARTIDO DE LA GUERRA FRIA


El partido-estado, Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, abandonó el poder ejecutivo nacional luego de 61 años de uso y abuso arbitrario, en dictadura y pseudo democracia de partido hegemónico. Es una anécdota sin valor, el intento de algunos de sus partidarios de recordar vacíos orígenes agraristas, nacionalistas y republicanos de comienzos de siglo XX, cuando desde el año 1947 año en que toma el poder sin abandonarlo hasta la fecha, institucionalmente abrazó las peores causas del conservadorismo militarista y policiaco, constituyéndose hasta la actualidad en una especie en extinción. Un verdadero Parque Jurásico en un mundo nuevamente multipolar y una Latinoamérica en busca de nuevas formas de autodeterminación. Según la aguda caracterización de un sociólogo paraguayo, el partido colorado se ha transformado en un "ave raris" mundial, "el último partido de la guerra fría".

No obstante, a pesar de las escasas implicancias que pueda tener incluso a nivel regional, donde el estado corrupto y sátrapa controlado por admiradores y devotos del Generalísimo Francisco Franco y el General Chiang Kai-shek, ha sido marginado paulatinamente de todas las agendas latinoamericanas claves, la caída en democracia de un partido anticomunista y represor, y nada más y nada menos que a manos de una multiforme alianza encabezada por un obispo, recientemente dispensado al estado laico por el Vaticano, despierta, por lo menos curiosidad.

Y a veces una sobredimensión acerca de la profundidad de los cambios y golpes de timón que podrá o le será permitido dar al nuevo gobierno, de acuerdo a las férreas reglas del realismo político, a los definidos liderazgos regionales y la histórica presencia hegemónica en el Paraguay de las principales potencias occidentales lideradas por los Estados Unidos de América, las que en definitiva han apoyado en diversos grados y marcado el "tempo" del ascenso, consolidación y decadencia final del régimen, de acuerdo a las necesidades de la guerra fría primero, el mundo unipolar y neoliberal después, hasta la actualidad que impulsa a realizar cambios de guardia hacia administraciones políticas más presentables o modernistas conforme emergen nuevos centros de poder económico, político y militar.

No es la caída tan temida por los propios dirigentes colorados, que explotaron muy bien el pánico sobre sus afiliados y clientes políticos para ganar una y otra vez en elecciones abiertas, desde 1989, con el simple pero efectivo mensaje de "no patear la olla" de la cual subsisten la inmensa mayoría de los funcionarios públicos afiliados obligatoria y religiosamente para acceder a un puesto de trabajo o privilegio. No será la llanura que ellos mismos propinaron durante más de sesenta años a toda oposición política a su régimen con la más absoluta marginación, represión y exilio.

El Partido colorado cayó solamente de un importante espacio cual es el poder ejecutivo central, pero conservará muy importantes espacios institucionales dentro del Parlamento Nacional, gran parte del Poder Judicial, el Consejo de la Magistratura, el Ministerio Público, además de más de la mitad de los municipios y gobernaciones. No irá a ningún exilio, ni la cárcel los espera inexorablemente, con la excepción, tal vez de aquellos jerarcas menos hábiles en esconder sus delitos, o aquellos menos pudientes en poder comprar y revertir investigaciones fiscales o fallos judiciales.

Es decir, la caída de este gigante corrupto, es nomás, una de las más suaves que la historia le reserva a conglomerados de accionar tan criminal como el que éste perpetró en dictadura y en pseudo democracia. Aunque ya los analistas vaticinan diversos escenarios posibles, encabezando los consensos en una próxima y casi segura nueva fractura partidaria, una nueva diáspora en la llanura, en la disputa por los escasos restos de poder que quedan, en la disputa por la conducción hacia las próximas elecciones municipales, en la disputa entre los caudillos por asignarse uno al otro los costos de la tan temida y costosa caída.

Así también, como el partido-estado depende exclusivamente de los privilegios casi absolutos del manejo arbitrario del poder del estado, el mismo sin oxígeno, sin dinero público abiertamente malversado, abrirá una estampida de sálvese quien pueda, con la posibilidad que los más dañados y defraudados por la contención partidaria, y especialmente los primeros en sentir el costo de la derrota sea la gran masa de afiliados que dependen de pequeños contratos laborales, pequeñas prebendas de corto plazo, sin estabilidad y siempre sujetos a cada aporte del voto que venían realizando casi a destajo, renovando la fidelidad en cada evento "por chauchas y palitos". Estos buscarán rápidamente mimetizarse, sacarse rápidamente el estigma del "seccionalero" y tratarán, incluso adherirse al nuevo bloque gubernamental, aportando su experticia en el "manejo de la cosa pública".

La oligarquía partidaria y la tecnocracia mejor formada, sentirán más tarde los rigores de la travesía por el desierto, en tanto y en cuanto, también conservarán y se seguirán sirviendo de los pequeños oasis de poder que quedarán a su cuidado. Estos no cambiarán de bando tan rápido, pues primero disputarán con todas sus fuerzas los espacios que aún conservan dentro de la estructura formal y no formal del estado. Y es precisamente desde allí donde surgirán los nuevos caudillos, y por tanto, las nuevas disputas por un nuevo liderazgo, que muy probablemente no será único por mucho, mucho tiempo. Solamente los derrotados de estas disputas intestinas, buscarán nuevamente, el calor del poder intentando ofrecer "gobernabilidad" al nuevo bloque gubernamental, ofrecer sus altos conocimientos nacionales e internacionales bajo juramento eterno de nunca más volver al pasado oprovioso del cual fueron planificadores y conductores.

¿Y existirá un nuevo coloradismo, un coloradismo que desempolve el mítico origen popular, nacional y agrarista? Probablemente si. Probablemente aún sean muy jóvenes, probablemente aún no hayan nacido, quienes levantarán esas banderas asociándolas nuevamente al coloradismo, a la vez que aborrecerán el pasado nacionalsocialista que los hundió en el descrédito por más de sesenta años. Será muy saludable que ellos surjan con la mayor rapidez posible, porque el espacio vacío que este gran partido conservador va a dejar puede ser ocupado por otras fuerzas, sectores y caudillos, igualmente conservadores, aunque lleven otra denominación, y se maquillen bajo un nuevo “profile” soñado por las las viejas potencias que han hecho del pequeño Paraguay un cuasi protectorado, o aquello que es lo mismo, una colonia adecuada a las necesidades imperiales del siglo XXI.

Federico Tatter.

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