domingo, 24 de mayo de 2009

OBAMA: LOS LIMITES DEL DEMOPUBLICANISMO Y LA INERCIA CONSERVADORA


Comparto estas notas, la primera sobre el demopublicanismo, a cargo del señor Juan Gelman, no como una nueva palabra sino como un punto en común de una vieja práctica de la política electoral vaciado de contenid y sin compromiso duradero ante la ciudadanía, que consiste en avanzar electoralmente por el frente progresista y terminar gobernando por la derecha del lado conservador del status quo, práctica usual en los demócratas conservadores de los Estados Unidos y de varias democracias latinoamericanas; el segundo material, a cargo del señor Ernesto Semán, analiza el primer frente de controversias del gobierno “demopublicano” que parece haber escogido finalmente el demócrata Obama, como camino intermedio al buscar apoyo para sostenerse en el poder con mayor base de sustentación partidaria, pero a costa de “descomprometerse”, ya en el poder, de sus propios compromisos y ejes de campaña con los que consiguió el acceso al poder ejecutivo norteamericano ante la ciudadanía. Burla al voto ciudadano, simulación de cambio? Realismo político y pragmatismo frente al ejercicio duro del poder del conservadorismo compartido entre los burócratas y parlamentarios demócratas y republicanos?

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El fenómeno del demopublicanismo
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Por Juan Gelman. PAGINA 12. ARGENTINA. Los marchatrases de Obama sorprenden a demócratas y a republicanos. El grupo progresista de los primeros no sabe a qué atenerse y los últimos lo aplauden. La política de Bush, que en su campaña electoral el nuevo mandatario se comprometió a cambiar, vive y colea todavía. Se dirá que es un hecho frecuente: los políticos prometen lo que no cumplirán cuando acceden al gobierno. Sólo que, en este caso, la elección de BO levantó oleajes de esperanza en EE.UU. y en el mundo entero, harto de guerra. El oleaje parece haberse acostado tranquilamente en alguna playa.

Obama prometió, insistente, retirar las tropas estadounidenses de Irak en 16 meses. Fue una promesa de humo: quedarán allí 50.000 efectivos de manera permanente (AP, 26-2-09). Su compromiso de gobernar con transparencia hoy es palabra desvanecida: anuló la decisión del Pentágono de dar a conocer 2006 fotografías que registran las torturas a que fueron sometidos los prisioneros en la cárcel iraquí de Abu Ghraib (The New York Times, 24-4-09). Repitió la censura que el presidente republicano Nixon impuso en 1968 a las fotos de la matanza de 500 ancianos, mujeres y niños que las tropas norteamericanas llevaron a cabo en My Lai, Vietnam. Otra demostración de “transparencia”: los abogados del Departamento de Justicia invocaron el “secreto de Estado” para bloquear una demanda contra el espionaje ilegal de teléfonos y otros medios de comunicación impuesto por la Ley Patriótica de Bush. John McCain y otros líderes republicanos elogian estas decisiones y dicen que BO “ha madurado”, que “ahora sí” se ha convertido en un verdadero gobernante.

La decisión de cerrar Guantánamo conoce su agonía: Obama firmó en enero una orden ejecutiva que suspendió el funcionamiento de los tribunales militares en esa cárcel, teatro de torturas y detenciones ilegales. Hace días resolvió que los tribunales se mantengan, con algunos cambios cosméticos (AP, 15-5-09). El voto de la mayoría de sus conmilitones demócratas, sumado al de todos los republicanos menos uno, anuló en el Congreso una partida de 50 millones de dólares destinada a cubrir los gastos que cerrar Guantánamo demanda. No hay plata, no hay cierre.

Hay cuestiones que rara vez aparecen en los medios. Una es el accionar en Guantánamo de las Fuerzas de Reacción Inmediata (IRF, por sus siglas en inglés). La cadena NBC, amparándose en la ley de libertad de información, solicitó y obtuvo centenares de páginas de informes sobre la represión de las IRF. Cada uno de sus equipos está formado por cinco policías militares que, según una investigación abierta por el juez español Baltasar Garzón, golpean los testículos de los prisioneros, los detienen tres semanas en completa oscuridad sin comer ni dormir, les inyectan una enfermedad de la vesícula de los perros y, desde luego, los someten al submarino (www.drivingcalgary.com, 29-4-09). En Guantánamo nada ha cambiado y, al parecer, nada cambiará.

Otro hecho casi inadvertido es que Obama nombró al general Stanley McChrystal comandante en jefe de las tropas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán. Pese a su apellido, el general estuvo a cargo de las operaciones especiales conjuntas del Pentágono (JSO, por sus siglas en inglés), es decir, encubiertas, desde el 2003 al 2008. Sus equipos de tareas organizan escuadrones de la muerte que se dedican a asesinar a líderes locales en el extranjero, aterrorizar a movimientos sociales que molestan a los gobiernos de países clientes de EE.UU. y a torturar a presos políticos y sospechosos de subversión. La Casa Blanca arguye que el nombramiento de McChrystal era necesario por la “complejidad” de la situación afgana. Dicho de otra manera: los talibán están ganando terreno y la nueva estrategia del general consistirá en aplicar los métodos de las JSO (www.alternet.org, 18-5-09). El general fue un niño mimado de Rumsfeld y Cheney. Ahora lo están mimando de nuevo.

Los demócratas tienen una mayoría de 79 bancas en la Cámara de Representantes y 59 bancas de 100 en el Senado. El presidente Obama es demócrata. Aun así, no se cumple el deseo de muchos que lo votaron para terminar con el estado de guerra incesante que Washington practica. El veterano representante demócrata por Missouri, William Lacy Clay, declaró en una sesión de la Cámara que en miles de personas de su distrito, pertenecientes a diferentes sectores económicos y raciales, incluida la ciudad de Saint Louis y suburbios, “impera un extendido sentimiento contra la guerra” (www.mcclatchydc.com, 16-5-09). Difícil que se concrete.

Es verdad que Obama intentó convencer al premier israelí Benjamin Netanyahu que apoye el establecimiento del Estado palestino y que se abstenga de atacar a Irán por su cuenta. En vano. No es menos cierto que el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, señaló que EE.UU. aceptaría cualquier posición que Israel adopte. Hasta ahora, siempre ha sido así: el lobby norteamericano pro-israelí es muy poderoso.

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Buena política versus Seguridad Nacional
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Por Ernesto Semán. Desde Nueva Cork. PAGINA 12. Las contradicciones sobre el tema –prohibir la tortura pero no culpar a nadie– comienzan a poner al presidente entre los dos fuegos de los conservadores y los progresistas desilusionados. Si bien la economía sigue en el centro de la escena y Obama sigue siendo muy popular, el miedo a los atentados puede ayudar a reinstalar la opción “derechos versus seguridad”.

En la medianoche del miércoles, horas antes de que Barack Obama diera su discurso más importante sobre seguridad nacional desde el comienzo de su gestión, el FBI anunció el desmantelamiento del atentado más improbable de la historia de Nueva York: un grupo de cuatro personas operando al margen de cualquier organización terrorista, con desórdenes mentales e infiltrado por la policía, que querían volar una sinagoga en el Bronx y lanzar un misil contra aviones militares norteamericanos. Provistos por el propio FBI, la bomba y el misil eran falsos, pero la enorme dimensión inicial que tomaron los arrestos avivó el fantasma languidecido de la amenaza terrorista. Y aunque luego Obama no hizo mención al hecho que acaparaba los medios, sus palabras parecían dirigidas más a calmar la supuesta ansiedad por la defensa de la seguridad nacional que a marcar una ruptura con la gestión de George Bush en la política exterior norteamericana.

Mostrándose por primera vez a la defensiva desde que asumió la presidencia de Estados Unidos, Obama habló desde el Archivo Nacional donde se deposita el texto original de la Constitución y la Carta de Derechos norteamericana. El presidente reafirmó su decisión de cerrar el centro de detención de Guantánamo, iniciar los juicios civiles y militares a los cerca de 240 detenidos que aún se encuentran ahí sin proceso judicial, y prohibir la tortura en su definición más amplia. Pero como nunca antes, las palabras del presidente norteamericano perdían fuerza segundos después, opacadas en su propia ambivalencia al tratar de producir cambios sustantivos en la lucha contra el terrorismo y al mismo tiempo moderar las consecuencias más relevantes de esas transformaciones.

Hacia atrás, con la misma fuerza con la que condenó el uso de la tortura, Obama planteó su negativa a conformar una “comisión de la verdad” que investigue el diseño, justificación y aplicación de la misma contra presuntos terroristas desde el 2001. Hacia adelante, Obama esbozó la necesidad de un “marco legal para aquellos que no pueden ser juzgados” pero que Estados Unidos aún considera “un peligro a la seguridad nacional”, algo a mitad de camino entre la ilegalidad de los centros de detención y la normalidad del debido proceso. Aunque vaga, la frase presidencial abrió la chance de que los detenidos en Guantánamo queden perpetuamente en un limbo jurídico no transitorio al margen de cualquier noción de estado de derecho.

En su propia defensa de un “abordaje quirúrgico” del pasado y el futuro de la política contra el terrorismo, Obama pareció renunciar al tono de transformaciones más acentuadas sobre el cual se basa buena parte de su popularidad.

Pero Obama no habla en el vacío. Y si el presidente suponía que a cambio podía reconstruir sin mucho conflicto una base de apoyo políticamente más conciliadora, su ilusión le duró, literalmente, unos segundos. A menos de veinte cuadras, el ex vicepresidente Dick Cheney esperó el final del discurso presidencial para defender la gestión de Bush como la estrategia más eficiente de la seguridad nacional, con el argumento de que la tortura aplicada no califica como tal, y de que los interrogatorios “especiales” salvaron a Estados Unidos de atentados terroristas que el secreto de Estado le impide revelar en público.

La ambivalencia presidencial no sólo generó resentimiento entre los críticos más firmes contra la administración de Bush. Más importante aún, erosionó el propio argumento de Obama de que la administración anterior debilitó más que fortaleció la seguridad nacional y rehabilitó a quienes de forma cada más explícita sugieren que la revisión de la política de seguridad abre las puertas para un nuevo atentado.
La exposición

El discurso lo dejó expuesto, primero, a las críticas de quienes abandonó, y a las de aquellos a los que dejó de arrinconar. Entre los primeros, Kenneth Roth, de Human Rights Watch, dijo de inmediato que “comprometer los derechos básicos es innecesario dada la eficiencia de la justicia federal en casos de terrorismo... por lo que aquellos que no pueden ser acusados de terrorismo... deben ser liberados, y no permanecer en un nuevo y peligroso régimen de detención”.

También se escucharon críticas entre aquellos que empezaron a recuperar oxígeno en la medida que Obama dejó de atacarlos, Michael Rubin, del neoconservador American Enterprise Institute, afirmó que Obama está “debilitando la seguridad nacional y erosionando los fundamentos de la legislación de derechos humanos”.

Pero peor aún que la ofensiva de sus opositores, el propio Partido Demócrata le negó un día antes la mayoría parlamentaria para liberar fondos para cerrar Guantánamo. El Congreso expresa una versión empeorada de cómo Obama es presa de la presión republicana. Los representantes demócratas reclaman una cobertura política total de la Casa Blanca para votar el presupuesto, con el argumento de que no quieren quedar públicamente como responsables del cierre de Guantánamo si en el futuro uno de los detenidos organiza un nuevo atentado terrorista. Hace pocos meses, el Partido Demócrata recuperó su lugar sobre la base de condenar la existencia de Guantánamo y defender el estado de derecho. Hoy sus dirigentes parecen invertir la carga de la prueba, y suponen que su lugar está más seguro permitiendo la existencia del centro de detención que acelerando su cierre.

La imagen de un líder exitoso sufriendo sus primeros tropezones importantes nunca es agradable. Obama retiene intactas no sólo su popularidad y su oratoria, sino también las ideas básicas con las que llegó al gobierno. Con la crisis económica en primer plano, la política exterior y la lucha contra el terrorismo son sin embargo un espacio en el que su legitimidad puede crecer o erosionarse más rápidamente que el crecimiento del PBI. Sus últimos discursos sobre seguridad nacional muestran la ambivalencia de una política que debe atender varios objetivos a la vez, objetivos que están mucho más en tensión que en armonía.

Obama debe demostrar que su política implica un nuevo compromiso de Estados Unidos del lado de los derechos humanos y al mismo tiempo es una estrategia efectiva para evitar un atentado terrorista. En términos de políticas públicas, debe poner fin a la tortura y condenar a quienes la avalaron o implementaron, y restituir el estado de derecho para los detenidos, pero de forma tal de constituir un punto fuerte y no una flaqueza de su política de seguridad. La noción de que la seguridad nacional se resuelve al margen de los valores políticos y en “el lado oscuro” de la política, como lo definió Cheney en 2002, es, justamente, la arena movediza en la que Obama parece haber entrado.

Textuales de dos discursos

Guantánamo

Obama: “Estamos cerrando la prisión de Guantánamo. Se trata de una experiencia equivocada que terminó en un desastre... De hecho, la existencia de Guantánamo probablemente haya creado más terroristas alrededor del mundo que aquellos que detuvo”.
Cheney: “Guantánamo fue la decisión correcta en su momento para lidiar con terroristas de alto valor para la seguridad norteamericana”.

Traslado de los detenidos a cárceles norteamericanas

Obama: “La idea de que no podemos encontrar un lugar para alojar con seguridad a cerca de 250 detenidos dentro de los Estados Unidos no es racional”.
Cheney: “Traer los peores terroristas dentro de los Estados Unidos sería un motivo de gran preocupación y arrepentimiento en los próximos años”.

Tortura

Obama: “Rechazo nuevamente la idea de que ésos son los medios más efectivos de interrogatorio en la lucha contra el terrrorismo. Son formas de interrogatorio que han enojado y fortalecido a nuestros enemigos... Creo con todo mi ser que en el largo plazo no podemos mantener la seguridad de este país si no somos capaces de sumar en esa lucha nuestros valores fundamentales”.
Cheney: “Las técnicas de interrogatorios utilizadas contra los terroristas más importantes sin duda han hecho a nuestro país más seguro... y en algunos casos nos proveyó de información que salvó la vida de miles y decenas de miles de norteamericanos”.

Legislación para el arresto y juicio a terroristas

Obama: “Debemos avanzar en construir un marco legal legítimo para detenciones [sin juicio] por tiempo prolongado” mientras que para algunos casos especiales podrían “crearse comisiones militares ad hoc”.
Cheney: “Durante nuestra administración Estados Unidos pasó a la ofensiva en la lucha contra el terrorismo en su alcance más vasto, contra aquellos que no eran ni calificaban como soldados enemigos... En la lucha contra el terrorismo no hay un terreno intermedio; medidas a medias nos dejan medio expuestos”.

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